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Gente de aquí y de allá | Ilustres en el Camino

«Me encanta España mucho»

La hija del presidente de los Estados Unidos, Jenna Bush, y su numeroso séquito se colaron en la oficina del peregrino de Santiago para recoger sus credenciales

Jenna no llama tanto la atención como el tremendo séquito de guardaespaldas que la protegen

Publicado por
Nacho Mirás Fole - santiago de compostela
León

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Un famoso en una cola estorba. «La culpa la tenéis vosotras por comprar el Pronto y el Diez Minutos», le decía ayer a su mujer un andaluz que perdía la paciencia ante la Puerta Santa, malhumorado por el tapón que se montó alrededor de una peregrina particular. Y es que el ciudadano las pagaba con su señora ante la imposibilidad de hacerlo con la culpable de su espera: la hija del mismísimo presidente de los Estados Unidos, Jenna Bush, pertrechada por ocho armarios roperos. Jenna no llamaba especial-mente la atención. Quizás un poco por las piernas bonitas y bronceadas rematadas en un diminuto pantaloncito verde; o por las gafas exageradas, como de mosca. El look peregrino lo completaba con una camiseta azul relavada y decorada con el Partenón de Atenas, pelo recogido y un jersey verde anudado a la cintura, de esos que tapan el frío y los complejos. Aún así, su séquito se ocupó de que no pasase desapercibi-da, desde los guardaespaldas dando manotazos al aire para hacer sitio hasta los periodis-tas que le pedían a la hijísima cosas como: «Jenna, a kiss for the spanish people (un beso para los españoles)». La muchacha y dos amigas completaron a toda pastilla el último tramo del camino de Santiago, una ruta que inicia-ron el lunes en Samos (Lugo). A las diez y cuarto, la peregri-na mejor custodiada del mun-do atravesaba el Obradoiro en dirección a la Ofi cina del Pe-regrino, situada al final de la rúa do Vilar. Había cola, como todos los días. Pero si Bush padre no espe-ra por el resto del universo, ¿iba Jenna a chupar rueda? Nada de eso. Peregrinas y guardaespaldas se colaron escaleras arriba, recogieron la tradicional Compostela por haber recorrido a pie más de cien kilómetros del Camino y volvieron a salir en cuestión de minutos. Y bajo el epígrafe «por motivos religiosos». Hubo bronca, tanto de los en-cargados de la ofi cina echando a los periodistas que invadían el local como de los que espe-raban sudorosos, incluidos los soldados de la Brilat. «Pues yo soy sobrino de Aznar», decía uno fastidiado. El siguiente destino, la Puerta Santa, en la praza da Quintana. Hubo suer-te: una cola escasa para lo que suele ser. Visto lo de la oficina, la americana y sus amigas es-peraron pacientes 25 minutos de reloj, que no era cuestión de pegarse con nadie. Sus defensores ventilaban, dando manotazos al aire para hacer sitio con unos brazos tan grandes y musculados que valdrían su peso en oro en una planta de Gamesa Eólica. «¡No mash fothos, no mash fothos, connio!», chapurreba uno de los guardianes. «Qué rápido aprenden lo malo», precisaba una turista. Aprovechando la espera, un periodista lanzó una pregunta al aire, porque las preguntas no hay guardaespaldas que las pare. Entonces se escuchó la frase que todos esperaban de boca de la hija más poderosa del mundo: «Me encanta España mucho». Y poco más. -Señora, ¿qué le parece todo esto?, preguntaba otro repor tero a una turista. -Una maravilla -¿La hija de Bush? -Ay, no, yo hablaba de la ca tedral. ¡Ella es una muchacha como otra cualquiera! La muchacha como otra cualquiera, las amigas y los de las palas eólicas siguieron su recorrido veloz, con abra zo al Apóstol, fugaz visita al sepulcro y salida por la porta dos Abades, sin escuchar misa. Hubo quien le mandó saludos a Bush padre, con más o me nos ironía. Un músico que le pidió un duro o un grito de «¡Visca Irak!» completaron la deco ración sonora del recorrido. Luego, la expedición se reco gió al interior del Hostal de los Reyes Católicos. Y la ciudad recobró la normalidad caótica del año santo.

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