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CELEBRÓSE ayer el medio día del Cuarto Ambiente, que es asunto en el que siempre hay más pena que gloria, más inventario de huertos muertos que vergel florido. Estas cosas suelen reducirse a gestos de pizarra escolar y chorlitada municipal con algún alcalde plantando un exótico prunus japónica después de arrasar una fresneda que ya es suelo edificable. La mentalidad urbana que dicta este tiempo lo da por bueno: más ladrillo, más madera. Después, con unos carteles de montañas nevadas y unos dípticos para los guajes aplacamos la conciencia y diluímos la contradicción. Y proseguiremos: aún queda un herido campo abierto por zampar y muchos ríos por ordeñar, aunque encienda al efecto pilotos de alarma el decano Penas, que ayer pregonó la Semana de la Trucha y le duele la vida del pez que mengua en nuestros cauces. Penas conoce nuestros ríos y su mirada alcanza más que ninguna porque la cuela con microscopio hasta el sótano de nuestros males ictícolas. Medio Día del Cuarto Ambiente. Menos ambiente aún logran despertar las elecciones europeas. La gente pasa de enterarse, quizá porque tampoco saben explicarlo los que deben. Europa es asunto lejano y algo checoslovaco que sólo parece interesar a ese cupo de políticos que la tienta nacional desecha y embute en un final jubilar, burocrático y con intérpretes en un parlamento que no parlamenta (pero tiene economato). Pasa la gente de enterarse, pero se anuncia una afluencia electoral inédita. A las urnas se irá con aire de prórroga de un partido previo que arbitró malamente el bombazo y cuyo resultado se quedó en un entredicho. Irán unos blandiendo revancha y otros con voluntad de confirmar reconquistas de cuarteles de invierno. En esto reside toda la pasión electoral que despierta la jornada, porque en este país de notable inmadurez política y de simulada actitud democrática nunca se vota a favor de un político o programa que ilusione, sino contra el partido que decepciona o cabrea. Le sacamos más pasión y gozo a la mala leche que a la buena; es nuestro destino tras siglos de cainismo y taifas. ¿Qué presta más: que ganen los propios o que pierda el contrario?... Somos grada de estadio; también en elecciones; jaleamos a los propios, pero saltamos del asiento con un brinco de orgasmo cuando el altavoz anuncia que el rival va de culo.

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