Diario de León

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RIFAN FOSTIONES en vinagre en las mesnadas del Lleoun Solu, revueltu y con leche. Cisma habemus. Perrean y se ladran las facciones. Se miran en oblicuo y gruñen, mascullan o dibujan risas de colmillo. Dos jerifaltes de la cosa se cruzaron el otro día en los pasillos de la municipalidad en la que son burgomaestres consortes por virtud de pacto y cama para todos. Uno de ellos, despechado por bailarle la silla, le espetó: ¡te quedan tres días! Y el otro contestó: ¡y a tí tres años de cárcel!... Jodó petaca, cómo se las gastan. Le vino a decir que... ojito, salamandra, no me calientes el buje, que soy carro chillón y, como largue, te entrullan, pedazo manaza. Se comentó el incidente dando a ver que esta guerra tiene puñales venecianos a media altura que buscan ese hueco de espalda que está entre la cuarta y la quinta costilla. ¡Y a tí tres años de cárcel!... Sin duda sabe de lo que habla el pájaro. Hay tocino sembrado en la carrera de los leonesistas que han conseguido tocar pelo en las gobernaciones municipales de este reino de mucho taifa. Me lo creo. Hay quien ha hecho méritos, cohechos y prevaricaciones como para chupar trena algún quinquenio. Ahora bien, lo indigno e insultante es que ese pájaro que amenaza con sacar la lengua a pacer desvelando la colección de marrones que tiene el otro no lo haya hecho ya ante el fiscal pertinente o la comisaría más cercana. Puta conciencia ciudadana es lo que enseña. Si su colega de partido, antaño hermano y hoy primo odioso, ha cometido delito y no lo ha denunciado, el delincuente es él también y le cabe bien entera la figura del encubridor o del chantajista. La venganza y no el deber cívico es lo que le inspira. Y si en los próximos días no lo hiciere, será reo de las mismas sospechas. Pero sabe bien cualquier aquilino de pueblo que entre lobos no se muerden, ni entre bomberos se pisan la manguera. Estos tipos que gobiernan componendas, estos palinodios impresentables que seguirán presentándose a elecciones, se tapan, se amecen en su truculencia ilegal y, cuando vienen mal dadas, como es el caso, se agarran de los güevos y se dicen mutuamente ¡sílbame la música del telediario!... y la silban. Al final pactan su mudez, convienen arreglo y el cohecho sigue en su trono... Señor juez, ordene usted urgentemente el arresto de esta tropa de mangantes.

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