Diario de León

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LA SOPA DE ODIO mutuo que hierve en la cabeza de los literatos se come con cuchillo. Y cuando quieren que les salga picante, le echan avispas. Nadie como ellos para destilar idea envenenada o segar hierba bajo los pies. Ganó el «príncipe» de las Letras el escritor italiano Claudio Magris y reburdió la trastienda de los cultos, el bastión ibérico de los que aguardan el laurel y se les pasa el arroz. En general ha sido aceptado el premio al italiano y su justificación por la hondura y europeísmo que late en su obra. Es cierto que la calle no le conoce; y los profesores de Literatura, de oídas; pero sus padrinos fueron Enzensberger y Kapuscinski, aval sobrante. Sin embargo, hubo quien se escoció sobremanera. Fernando Sánchez Drogao se destapó en furias y pocas veces se ha visto criticar y descalificar a alguien con tanta saña y traca de adjetivos (la logorrea dragoniana es provervial). Dijo de Magris que es un simple maestrillo de escuela (ya estamos con el escalafón y con los ojos sobre el hombro catedrático) y le calificó de mediocre (vaya), exangüe (que es como quedan los crucificados lanceados), lívido y cadavérico (jopá; se ve que quiere verle muerto, exánime, cataléptico o patitieso, conceptos que echan en falta en su ristra insultante). Las heridas del soriano parece que respiran. Una pena. Y una buena publicidad, viniendo el ataque de quien viene. Se leerá a Magris, al europeísta irredento, al esperanzado de una cultura común, especialmente ahora que estamos inventando Europa mirando cada cual a su ombligo y a su incompatible diferencia o supina ignorancia. La inteligencia de alguno, como el Drogao, se levanta como frontera o desprecio; y ahí latirá muy poca Europa. ¿Conocemos al escritor actual más destacado de Dinamarca o Bélgica? ¿Quién, aparte de Cecilio, ha leído a un finlandés?... Parafraseando a Bertrand Russell cuando hablaba de los profesores de Historia, cabría decir que las naciones no cambiarán y no habrá un mundo nuevo hasta que los escritores de cada país sean extranjeros. Casi podría decirse lo mismo de los candidatos al parlamento europeo, porque de otra forma -de esta forma-, sólo tendremos diputados domésticos que lo único que les interesa de Estrasburgo es atropar para casa, procurarse, influir en sus intereses domésticos. Pero Europa es otra cosa.

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