Tradición, religiosidad y leyenda se entremezclan y confunden. La celebración, declarada de interés turístico regional, parece haber permanecido ajena al paso del tiempo.
El firme y lento taconear de un arrogante San Sebastián y el humilde caminar descalzo de San Juan Bautista dotan a la procesión de un gran valor.
Sus inicios, de complicada precisión, se remontan a los siglos XVI y XVII, siendo organizada desde el año 1648 por la Cofradía del Señor Sacramentado.
Su origen se enmarca en el nacimiento de teatro español ya que tiene mucho que ver con los autos sacramentales, como lo corrobora el tradicional uso de las caretas.
Aunque la procesión está dedicada al Santísimo Sacramento, el popular San Sebastián es el personaje más representativo y afamado.
Se trata de un centurión romano que por su fe cristiana fue martirizado.
Causa extrañeza su anacrónica vestimenta y lento caminar militar, que se explica en las adaptaciones de personajes españoles de la época que se hicieron en el teatro español de personajes históricos.
En su recorrido trata de negar su fe cristiana al público caminado siempre de espaldas al Santísimo y el rostro tapado por una careta.
Decenas de personajes bíblicos, imágenes y el grupo de danzas de la villa acompañan a la comitiva.