Desgranó un repertorio en el que no faltaron éxitos como «Fly away» o «Are you gonna go my way?». Se mostró a gusto en el escenario, divertido y muy cercano.
El cantante se contoneó y recorrió bailando el escenario animando a la gente a levantar los brazos y aplaudir cada movimiento de cadera, golpe de batería o rasgueo de guitarra.
Hasta el último momento se vendieron entradas en las taquillas del León Arena al precio de 30 euros.
La gente entró en la plaza de forma escalonada, por lo que no se produjeron grandes colas.
Algunos vendedores ambulantes hicieron su agosto con la venta de camisetas a la entrada del concierto.
Antes del comienzo de la actuación, los últimos ajustes de sonido. El equipo de Lenny Kravitz instaló un sistema especial para corregir las deficiencias acústicas que presenta la plaza taurina.
Un grupo de jóvenes, bocata en mano, carga fuerzas ante la intensa noche de rock que les espera.
El coso taurino se convirtió en una fiesta en la que fans e incondicionales compartieron una jornada inolvidable de convivencia.
La lennymanía fue notable. Grupos de personas, como las chicas de la foto, con camisetas del artista, fans que vestían como él y pelucas tipo afro se dejaron ver por el concierto.
En el interior de la plaza se podían adquirir todo tipo de recuerdos del cantante.
Los más entregados esperaron horas para reservar un sitio en primera fila y estar así más cerca del artista.
El portorriqueña Robi Draco, un hombre de probada valía, suyos son temas como «Livin la vida loca» o «She bangs», actuó como telonero.
La plaza de toros de la capital leonesa, rebautizada como León Arena cuando acoge este tipo de eventos, registró casi un lleno absoluto.
Lo en ningún momento faltó fue la alegría y la diversión entre el público, que se entregó en todas y cada una de las canciones.
Aunque muchas canciones eran de su último disco «Baptism», interpretó temas consagrados con los que el público disfrutó especialmente.