| Análisis | Psicología de la felicidad |
El buen humor incrementa las defensas y reduce el estrés
Muchos de los trastornos que producen sufrimiento e infelicidad nacen de procesos derivados de prestarse demasiada atención a uno mismo y olvidarse del entorno
El mal humor, la ansiedad, el pesimismo, la tristeza continuada, o una actitud negativa para solucionar las dificultades a las que nos enfrentamos cada día, hacen a nuestro organismo más vulnerable y propenso a sufrir enfermedades. Aquellas personas alegres, dispuestas siempre para el trabajo, creativas, con sentido del humor y que ríen entusiasmadas o disfrutan las pequeñas cosas con placer, viven más y mejor. Durante mucho tiempo, la desdicha y el sufrimiento fueron las auténticas materias primas sobre las que se creía que se forjaba la naturaleza humana. Así, todas las intervenciones estaban encaminadas casi exclusivamente a aliviar penas, angustias, ansiedades, trastornos y depresiones. Investigaciones recientes comienzan a prestar mucha atención a la alegría, el optimismo y/o la «inteligencia emocional» como formas más eficaces de enfrentarse a un mundo que terminará devorándonos. Ser feliz o es una utopía o es un estado de imbecilidad transitoria similar al que provoca el enamoramiento. No hay recetas Buscar recetas para ser feliz es como buscar el santo grial, la piedra filosofal o la conversión del plomo en oro, tal y como lo hacían los alquimistas. La felicidad (como estado de bienestar subjetivo) hay que trabajársela y estará en el disfrute de los pequeños placeres cotidianos, en comunicarse con los demás, en reír, en suponer que por muy mal que estén las cosas siempre pueden ir mucho peor. El coraje y el optimismo serán los medios para alcanzarla. Muchos de los trastornos que producen sufrimiento e "infelicidad" nacen de los procesos de autofocalización. e hiperreflexividad es decir, de prestarse demasiada atención a uno mismo y olvidarse del entorno. La autocrítica es una función útil para nuestro estado de ánimo siempre que no exceda ciertos límites. Normalmente, nos sentimos más a gusto cuando estamos ocupados con algo o interaccionando con alguien. Varios estudios evidencian que las personas extrovertidas se sienten más satisfechas y son capaces de imaginar más situaciones positivas que las introvertidas. Pensadores como Bertrand Russel o Spinoza, han advertido que el miedo a actuar de manera distinta a como los demás esperan que lo hagamos es una fuente constante de insatisfacción. Si logramos tener el coraje suficiente para no depender siempre del juicio ajeno, seremos más felices. Si a esto añadimos el humor, que ayuda a reforzar los lazos sociales, reduce el estrés al ofrecernos una perspectiva menos seria del mundo, potencia el valor de las emociones positivas y es incompatible con otros estados de ánimo como el enfado, la ansiedad o la culpa, estaremos en una senda adecuada.