Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

León turístico y sentimental

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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A CIUDADES evidentemente turísticas y sentimentales, les suele suceder que, por imperativos de ley, unos caballeros investidos de poder, les dé por inventar rutas turísticas, históricas, monumentales y urbanas. El resultado, con harto dolor para cuantos aman de verdad la tierra sobre la cual viven, disfrutan y acaban por morir, es que cuando se menciona el tema literario del turismo interior, se acaba por caer de bruces en la gastronomía mostrenca y en la horticultura para jubilados. Y esto acontece precisamente cuando, ciudades como esta nuestra, rica en posibilidades y en seductoras invitaciones parece estar condenada a que no se entienda lo del turismo si no es a base de vinos de todas las marcas y grados, puerros y alubias y, con gran algazara festiva, pimientos «para asar». Y siendo estos méritos que naturalmente han de considerarse, dejan al margen lo que de verdad constituye la gracia, la gloria y la personalidad de la Ciudad. Por ejemplo, sus jardines, sus rincones típicos, sus escondidas sendas, por do puede el peregrino perderse con gusto. En alguna ocasión, todavía reciente, desde el Ayuntamiento, reinante entonces, surgió una idea que a muchos nos pareció acertada y oportuna: rescatar del anonimato, los parques y jardines de la ciudad todavía en situación de prestar al hombre cansado un lugar para la recuperación de sus valores principales. Una colaboradora valiosa, de nombre Blanca, -que es ya de por sí solo un valor cotizable- fue encargada de dirigir una publicación en la cual, algunos colaboradores principales hicieran el elogio de un parque, de un jardín, de un lugar de auténtico acogimiento urbano. Y efectivamente, los hombres de la literatura y del arte se comprometieron en escribir la letra de cada uno de los capítulos de aquella interesante publicación, que, por otra parte, resultaba barata, dados los precios de artículos como éste de verdadera necesidad. Al parecer la municipalidad tenía como objetivo, reunir aquellos textos con sus correspondientes ejemplos fotográficos en un libro que el Ayuntamiento podría utilizar como elemento original y sugestivo de propaganda de una ciudad, efectivamente bien dotada de monumentalidad pero de escaso reconocimiento de otras señales singulares que contribuían o podrían contribuir a su mayor gloria y esplendor. Nadie sabe qué fue de aquella peregrina iniciativa, salvo que los que escribieron bellas páginas par ala exaltación de parques y jardines, se quedaron en sencillos mensajes fugaces, que el viento se llevó. Y es penoso comprobar cómo se desvanecen iniciativas de algún porta cuando no aparecen implicados en ellas algunos de los titirimundis que andan por el monte solos, cuando la ciudad abre sus puertas íntimas para que el forastero y el mismo indígena puedan solazarse con los bienes naturales que la caracterizan. Jardines y parquecillos como los de San Marcos, San Francisco, Los Reyes de León; o avenidas como las de Aguado o Papalaguinda y La Condesa son lugares de acogimiento y de gozoso disfrute, que conviene revisar y cuidar, sin que por ello vayan a ser sacrificados ni mucho menos, otros signos de la verdadera identidad de la ciudad, de las ciudades, que no se conforman con servir solamente a la iniciativa interesada de especuladores de la tierra y del cielo. León, turístico y sentimental puede ser otra cosa, además.

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