Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

León arde en fiestas

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VICTORIANO CRÉMER
León

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DE VERDAD, de verdad, de verdad. El programa de las Fiestas que se previenen para la Ciudad, mitad hembras y la otra mitad varones, si es que quedan, me ha entusiasmado y no digo que me ha conmovido porque tampoco un programa de festejos, para celebrar fechas fundamentales de la biografía de un pueblo, tampoco digo son para la tristeza, ni para las lágrimas. Las fiestas que en León, como en tantísimos otros pueblos de la cabaña peninsular, se hacían para celebrar el final de la dura campaña agrícola, cuando se recogía la cebada, el trigo, los guisantes, los garbanzos y los titos, que venían a ser lo que hoy califican los expertos en nutrición como «dieta mediterránea». De ahí le venían a las fiestas de San Juan y San Pedro el carácter y el olor, sobre todo el olor a borrego recién pelado que inundaba la Ciudad. Ahora las fiestas, con lo de los ordenadores, el Internet y la cinesiología, las fiestas tienen otro tono, otra música. El eximio músico leonés, Samuel Rubio, pregonero del más alto honor para dichas fiestas. Ahora la música más descollante y animosa es la que por lo visto va a servir de elemento sobresaliente del programa: La intervención de un cantante, de apellido Bisbal, o algo así, que borda lo de «Bulería, Bulería». La concejala de Turismo y Fiestas de guardar nos ha sorprendido cuando en unas declaraciones verdaderamente aleccionadoras para el futuro, aludió a que la nueva comisión ha completado el programa, siempre tan selecto, mediante el uso de la imaginación, lo que implica que el personal piense que los anteriores responsables de los gallardetes y desfiles, no hicieron uso de la imaginación, tan indispensable para el sarao de un millón de euros. Doña Susana Travesí propone a niños ancianos, números tan impresionistas y originales como las funciones de karaoke, los concursos de niños disfrazados de mariposas, teatristas callejeros y toros, bastantes toros con los diestros más sobresalientes de la cartelería andante. Y fuegos para niños y tapas, -¡gran invento gastronómico y festivo de Don Jesús!-. Con los fuegos o sea con el fuego la señora concejala no es que vaya a montar la Danza de Falla, pero se va a escenificar «un rito de fuego» con pebeteros, que sin duda va a constituir el motivo mayor de asombro. Toda la fuente de Guzmán será rodeada de pebeteros y se permitirá que los niños greco-chipriotas con clámides como en las comedias de Sófocles bailen alrededor. Como en los juegos de la Hélade, pero en más aldeano. No es de nuestra incumbencia referir uno por uno todos los números del fenomenal programa de festejos con los que se nos amenaza, pero en esto de las fiestas sucede lo que con la resurrección de Lázaro, que es cuestión de fe. Y como se decía en tiempos ominosos: «Comer no comeremos, pero nos divertimos». A mí personalmente no acaban de convencerme estas desenfadadas alegrías y pienso que los señores encargados de la zarabanda festiva no habrán hecho un desgaste excesivo de imaginación. Pero mientras hay ruido y fuegos artificiales hay vida. Y a mí me quitan muchos años de los muchos de que dispongo, los niños, que son los que de verdad se divierten, sin pensar en lo cara que se está poniendo la vida, ni que los toros de Don Postigo resulten más mansos que los corderitos del Nacimiento.

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