Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Mujeres de cuota

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SÉ por incordiar, pero a mí parecer nos estamos pasando bastante. Por no se sabe qué fenómeno de reinversión o de reestructuración política, nuestros estadistas han puesto en circulación, para todos los usos, el sistema de cuotas. En España, bueno es recordarlo, las cuotas son sistemas de medida, de adaptación y de selección que ha jugado un gran papel en toda la vida pública, social, intelectual y sexual, naturalmente. En los momentos más placenteros y en los más crudos, la fórmula de la cuota aparece como instrumento decisivo de convergencia, de divergencia y de separación sentimental: De niño escolar, se nos asignaba una cuota de unos pocos céntimos de peseta para la Santa Infancia, obra misericordiosa que tenía por objeto salvar de la miseria y de la herejía a los niños negros. Si formábamos un equipo de fútbol de los llamados a figurar en la historia como pioneros del más grande negocio nacional, nos veíamos obligados a depositar una cuota como socios con derecho a dar patadas a un balón de reglamento. Luego, ya hombres hechos y derechos, así que éramos llamados a filas, para servir a la Patria y el Rey, la ley, las ordenanzas o el sistema vigente para evitar que los niños ricos cumplieran el servicio, como cualquier otro chico nacido y criado en España, inventaron lo de los «soldados de cuota», que eran unos soldados afortunados que, mediante el pago de una cuota, no iban a la guerra contra el moro, por ejemplo. La cuota era tan natural en el sistema de los españoles que, los estadistas de entonces no concebían un mecanismo social, político o cultural que no estuviera fundamentado en la fórmula de la cuota a todos los efectos. Bueno, pues ahora, con las mujeres en estado de merecer el puesto que tienen allí o en el otro lado, ha vuelto a imponerse la cuota como mecanismo insustituible para todo, principalmente para cubrir cargos o encargos políticos. Los grandes partidos, todavía reinantes han resuelto la enorme duda de colocar a mujeres, por el medio, al parecer infalible, de la cuota. Mitad y mitad, café con leche para todos. Y las magníficas damas que iban para dueñas y señoras, cayeron en la trampa de las cuotas y se conformaron con que fueran los varones gobernantes o con vocación de dirigir la empresa nacional, los que establecieran la composición, por ejemplo, de los gobiernos, de las diputaciones, de los Ayuntamientos, accediendo a ser discriminadas, no como antes, por ser mujeres, sino por entrar en el deshonesto juego de las cuotas. No se trata al parecer de seleccionar a los mejores de cada género, sino de fomentar listas equilibradas, con tantos señores como señoras, aunque no resulte fácil conseguir tal equivalencia. La prueba de las cuotas como argumento para la formación de equipos eficaces, está fallando. Y no porque lo acusemos nosotros, los hombres ya desplazados, sino porque las mismas varonas bien dotadas sospechan que nuevamente se les está engañando y que el invento de las cuotas no ha sido, no es, sino una argucia malévola de los tíos para provocar la desbandada. Porque el problema del alboroto no es una cuestión de cuota, sino de talento, de capacidad, de saberes.

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