Diario de León
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FRANCISCO MURO
León

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SE LLAMA Jaime Garralda. Tiene algo más de ochenta años y es jesuita desde hace cincuenta y nueve. Pero es más joven y más revolucionario que nadie. Acaba de presentar la Fundación Padre Garralda, cuyo principal patrimonio es Horizontes Abiertos, una ONG especializada en los enfermos de sida, enfermos psiquiátricos, la mendicidad, los presos, la droga y, muy especialmente, los niños que viven con sus madres en las cárceles. Niños de menos de tres años, cuyo horizonte, cuya escuela, cuyo cuarto de juegos es la prisión. Dice el padre Garralda que mientras la cárcel no sea un problema social no se solucionará. Que mientras el dolor y la angustia de la cárcel no nos conmueva, no habrá nada que hacer. Y tiene razón, porque sabemos que hay más personas privadas de libertad que nunca; no sabemos que cada una de ellas nos cuesta mucho a todos -cuatro millones de las antiguas pesetas al año-; les atienden unos funcionarios que no se atreven a decir públicamente cuál es su trabajo, porque la sociedad les ignora a pesar de que su trabajo es durísimo; no nos importa que, además de la libertad, estén privados de casi todo lo demás; nos da igual que la cárcel les rehabilite o les machaque; y, sobre todo, no queremos saber nada de ellos cuando cumplen su pena. Huimos de ellos. Debajo de los que sufren, de los que no tienen nada, de los pobres, de los parados, de los que no son nada, decía Jaime Garralda, están los marginados. La cárcel es marginación. No sólo priva de libertad, sino de todo lo demás. En España dice Garralda,

. Horizontes Abiertos y la Fundación Padre Garralda ponen una escalera para que los presos escalen peldaños, consigan una vida digna. No tienen casas de acogida, sino hogares. No dan nada a los presos, por el hecho de serlo, ni les niegan nada; les tratan como personas y quieren, de verdad, su reinserción. No quieren que los niños estén en las cárceles con sus madres sino que tratan de hacer posible que puedan vivir juntos, pero sin barrotes. Horizontes y la Fundación no tienen despachos, ni bibliotecas, ni patrimonio. Todo lo que tienen lo dan. Quieren abrir nuevos horizontes a los que no tienen nada. Y, sobre todo, quieren que el problema entre en nuestras conciencias, cerradas para no ver lo que nos molesta.
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