Cerrar

Creado:

Actualizado:

LOS CARNAVALES, como las bicicletas, deberían ser para el verano y no amagarse con trapín y ropón en estos inviernos marciales nuestros que estrapayan el peyeyu y congelan el unto que engrasa las ruedas del carro de la fiesta. El calor brinda el jolgorio, el frío lo espanta. «Visiones del Carnaval» será desde el próximo martes un curso de verano que impartirá la universidad leonesa en La Bañeza. Algo es algo; tendremos carnavalería al menos en la palabra porque el profesorado es contrastadamente conocedor y los temas hondamente sugerentes para bucear en estas celebraciónes humanas de la máscara y la burla que se funden con los orígenes de la especie; y lo hacen además en esa ciudad de entrañable cazurrería riberana que ha sido y es el emblema y la Numancia donde los antruejos y las carnestolendas resistieron los peores asedios de dogmas excomulgantes y decretos gubernativos (de nada valieron en este lugar ni con el franquismo) que abolían la arcaica tradición popular de considerar que la fiesta es libertad y la burla una medicina social. Sentar una inédita plaza académica con estos cursos dirigidos por Jose María Balcells es confirmar la condición de solio carnavalero que ostenta con sobrado derecho y largura histórica La Bañeza. Ahora sólo resta inventar una carnavalada original bañezana cuando el calor acompaña y nos desnuda. No sería pervertir el sentido litúrgico y de calendario que tiene la fiesta. A fin de cuentas, la fiesta del disfraz y la máscara también se escapa del prólogo cuaresmal con vieja ley y se celebra con idéntica actitud de traperío, burlas y escarceos en los zafarrones babianos de Navidad, con el burro preñado de Balboa en Reyes o con la luna del Maranfallo en Ancares cuando la luna de enero se pone gorda y provocadora. Son fiestas en las que se camufla la identidad y, al amparo de caras tapadas, se ensaya el arremetemiento y la licencia de transgresión. También es carnavalada veraniega esta epidemia actual de fiestas medievales donde lo que priva y pirra es el disfraz de condes y jimenas en el que se embute de sumo grado el personío, especialmente alcaldes y concejalas, aunque ocurre que en este caso el disfraz no es tanto para esconder la personalidad, como para ostentarla y creérsela; traición de subconsciente; libéranos dómine.

Cargando contenidos...