EL PULSO Y LA CRUZ
Puede ser el acabose
UNA ACUSACIÓN que se hace a la Iglesia, repetida por parte de algunos sectores de la sociedad, es la de que tiene tendencia y tentación de preocuparse sólo de la dimensión espiritual de las personas, entendiendo esa dimensión como si de algo extraterrestre se tratara. Por el contrario, no faltan tampoco personas (más bien, habría que decir que abundan) que no acaban de admitir que, desde diversas instancias de la Iglesia y bajo la luz de la fe, se manifiesten opiniones o se expresen denuncias sobre cuestiones del orden temporal, especialmente referidas a asuntos de pobreza, de injusticia, de trabajo, de política. Así andamos. Sin embargo, todo es muy sencillo: la fe cristiana fuerza a entender que el Reino de Dios, objetivo último de la predicación y de la acción, alcanza, sí, su plenitud más allá del tiempo y del espacio, pero comienza y prosigue tal realización aquí y ahora. Es el clásico juego de palabras: «todavía no» está aquí plenamente, pero «ya» está aquí, aunque sea sólo en embrión. El Concilio Vaticano II lo dijo de una manera muy incisiva y hermosa: «La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación por perfeccionar esta tierra donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo futuro... El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección». Viene este exordio a propósito de algo sucedido en el mes de junio, ante la crisis que se avecinaba de la empresa Enervisa, que tiene su ubicación en el polígono industrial de Vidanes, en las cercanías de Cistierna. Ocurrió que se reunió el Consejo de Pastoral de la Parroquia de Cristo Rey de la citada localidad para estudiar la marcha del curso que terminaba... y para reflexionar sobre la crisis económica que se avecinaba para muchas familias implicadas en la reducción de empleo que pretendía esa firma de producciones cárnicas. La empresa, nacida tras el cierre de las minas de Hulleras de Sabero y que acoge la producción selecta de ganado vacuno de la montaña oriental leonesa, contaba al día de la fecha con 119 productores y con una deuda, según la patronal, de 40 millones de euros. La mala situación económica era la causante, siempre según la patronal, de que se hubiera de proceder a efectuar bien una reducción de personal, bien una suspensión temporal de empleo. Tras una larga reflexión, el Consejo de Pastoral, en un escrito que hizo público por aquellas fechas, mostró, en primer lugar, su solidaridad con las familias que vivían -y viven- momentos de incertidumbre. Además pedía que las autoridades locales, provinciales y nacionales -incluido el flamante leonés que ostenta la Presidencia del Gobierno de España, Sr. Rodríguez Zapatero- se comprometieran en defender los puestos de trabajo de estos empleados, que, en caso de reducción de plantilla, se verían afectados por una segunda repercusión, ya que antes y en su día tuvieron que abandonar su puesto de trabajo, bien en la mina, bien en la ganadería. El Consejo seguía en su nota mostrando su sorpresa y malestar ante unas medidas de carácter político y económico que prometían, con el Plan del Carbón y otros proyectos de desarrollo comarcal, generar puestos alternativos y firmes de trabajo que, después de varios años, no acaban de llegar en la cantidad y en la calidad necesarias. Dice, entre otras cosas, su manifiesto que «lo cierto es que, una vez cerrada la mina, han pasado los meses y los años, se acaba el dinero y las ayudas, y aquí no se crea nada de nada». Los miembros del Consejo -sacerdotes, religiosas y laicos- hasta se atreven a aventurar que inexorablemente se está cumpliendo lo temido, «lo que veníamos pensando: que muchas de las empresas que se han instalado tanto en el Polígono de Vidanes como en el de La Herrera, lo único que buscaban era la subvención de las distintas instituciones». Mal asunto si así es. Y así lo parece. Que así sea supone un mazazo no sólo para los implicados y para las expectativas sociológicas de la comarca; es que acaba siendo una causa de desmoralización para todos, ante el triunfo, por un lado, de la picaresca que siempre ha andado cerca del dinero, y, por otro, del predominio de los intereses materiales sobre el valor de la persona y de su dignidad. Y es que edificamos una sociedad con alma, condición indispensable para la conquista de nuevas cotas de fraternidad, o es el acabose.