Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Dimitir es cosa de tontos

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VICTORIANO CRÉMER
León

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IGNORO POR SUPUESTO como es por dentro ese señor Iñaki, preparador de pelotoneros, que nos condujo en Portugal al ridículo. Por fuera, o sea por su exterior y por su discurso me parece un listo de la parroquia acogido a la sombra de ese otro muchacho, que por sus muchos méritos alcanzó el grado de Presidente de todo el tinglado que el nombre de deporte encubre, el señor Villar. Cuando se comprobó que la tropilla pagada como si fuera cada uno de sus miembros académico de la lengua, que lo que el señor Iñaki había conseguido, después de muchos meses de preparación intensa y de emolumentos de millones de las antiguas pesetas, había sido una demostración absoluta de impercie, de desconocimiento y de ineptitud, todo el mundo, incluyendo a los que viven y comen suculentamente del pelotón, pensó que el preparador señor Iñaki dimitiría, como los croatas. Pero no. Con un discurso entre cínico y soberbio, repitió una vez y mil veces, en todos los idiomas y argumentando con las justificaciones más mendaces, dijo que dimitir es de cobardes y que él no era un cobarde, sino todo lo contrario, pues que se atrevía, después de la derrota portuguesa a seguir hasta la derrota próxima. Y todos los medios de comunicación y de análisis llegaron o llegamos a la conclusión de que el señor Iñaki se estaba choteando de todos nosotros y de nuestro espíritu. Y le pusieron a bajar de un burro. Objetivamente contemplada la mísera demostración hispano-portuguesa, hay que convenir que Don Iñaki en resumidas cuentas no hace sino lo que hacen tantos y tantos otros españoles pegados al cargo como si les hubieran concedido el nombramiento en papel engomado como el que sirve para cazar moscas. Aquí ni dimiten los políticos a la deriva, así se les caiga el programa de pulso inútil e inaplicable, ni dimiten los trepadores que consiguieron al fin alcanzar el faldón de la túnica del repartidor de negocios. ¿Por qué un preparador de pelotoneros tenía que romper la línea que asegura la peregrinación de los manipuladores de todo lo divino y humano, debía dimitir y no un estafador de lujo o un vividor de oficio? No se sabe todavía si el señor Iñaki y su valedor señor Villar, durarán mucho en el cargo, tan bien pagado, lo que sí convendría tener en cuenta, a los e3fectos de nuestro personal entendimiento de la real mecánica de la gobernación de toda nuestra estructura deportiva, cultural, mercantil y turística es que el triste y descarado ejemplo de Don Iñaki puede servirnos a los demás para enmendarnos, pera corregirnos, para evitar que pueda decirse de la política general de la España moderna que dimitir es de tontos o el que dimite es un cobardón de mierda. En esta España nuestra suceden acontecimientos tan sorprendentes como de algún hombre público que consiguió coche oficial cuando tenía doce años y sigue rodando y rodando, bien acomodado y mejor pagado, dice que hasta que la muerte le separe. Y no se por qué, a lo mejor es una de esas tonterías que se me ocurren a veces, pero me vienen a la memoria aquellas palabras de Quevedo: «Aunque yo piense que conciencia de mercader es como virgo en cantonera, que se vende sin haberle». Y estábamos en esto cuando va el tal señor Iñaki y declara que no, que no se queda, que no de cobarde abandonar el barco. Y el señor Villar mirando al tendido: «¡Joer, que tropa!».

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