Diario de León

Pamplona espera el chupinazo

Miles de pamploneses tienen puestos los ojos en el cielo y en la fachaza del Ayuntamiento ante el comienzan hoy de los Sanfermines con la amenaza de chubascos y tormentas Tradición sin compasión

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Fernando Nieto - Pamplona
León

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Con los ojos puestos en el cielo y en la fachada del Ayuntamiento de Pamplona. Así recibirán este martes miles de personas las fiestas de San Fermín, para las que la ciudad se ha preparado en las últimas semanas siguiendo lo que casi puede considerarse como un ritual: la elección del cartel que representará las fiestas en medio mundo o la llegada de los toros a los nuevos corralillos del Gas, antesala del encierro, sin duda el acto sanferminero con más garra y capacidad de atracción. Mirando al cielo, porque Navarra es una de las comunidades autónomas sobre las que Protección Civil ha extendido el aviso de alerta ante la posibilidad de que se produzcan chubascos y tormentas de intensidad fuerte o muy fuerte que podrían superar los 30 litros por metro cuadrado. El tiempo podrá ser un molesto engorro, pero para muchos miles de pamploneses y visitantes difícilmente será un impedimento de la fiesta. San Fermín se vive mejor al aire libre, eso es indiscutible, pero los centenares de bares en el casco viejo de Pamplona estarán dispuestos a acoger a todos los que necesiten de un techo para seguir la juerga. De lo contrario, a bailar bajo la lluvia. La tradición -tampoco mucho más lejana del medio siglo- marca que los Sanfermines arranquen con las campanadas del mediodía y un cohete anunciador. En ese instante, en el día de la víspera, 6 de julio, Jorge Mori, un agente de la Policía Municipal de Pamplona que ahora ejerce de concejal portavoz del grupo socialista, prenderá la mecha del primer cohete. A sus 43 años, Jorge Mori ha visto desde abajo, desde la plaza, cómo transcurre ese momento repetido muchos años. También lo ha contemplado como un invitado más desde los balcones de la fachada barroca del Ayuntamiento. Pero ahora, por delegación de la alcaldesa, Yolanda Barcina, le ha tocado tal honor. Y es que, salvo contadas excepciones, son normalmente los ediles de diferentes partidos políticos los que asumen con mucho gusto esa responsabilidad año tras año. «Da mucho respeto y me ilusiona poder dar salida a lo que tanta gente de Pamplona está esperando, que lleguen las fiestas y poder dar paso a esos días de explosión, de alegría, de júbilo» declaraba este pamplonés socio de la Alegría de Iruña, una de las peñas que salen por la ciudad durante los Sanfermines. Mozo peña Este edil que durante muchos años ha corrido el encierro se identifica todavía con la imagen de «mozo peña» que tanto se prodiga durante San Fermín en Pamplona: buen humor, ganas de juerga permanente, presencia incombustible en todos los actos destacados del día y de la noche, camaradería infinita con los amigos y un apetito a casi todas las horas de la jornada que asombraría a propios y extraños. La fórmula para resistir El comer y el beber se imponen como fórmula para resistir hasta el 14 de julio a medianoche, cuando se entone el Pobre de mí, un acto del que hoy los pamploneses no quieren ni oír hablar. Por delante, nueve días ininterrumpidos de fiesta en los que el Ayuntamiento de Pamplona ha invertido 2.700.000 euros para programar 248 actos oficiales. En ese presupuesto no se incluye todo aquello relacionado con la fiesta taurina, los encierros y las corridas. En cuanto a los encierros, el consistorio está preocupado por la masificación del acto y por el desconocimiento y la irresponsabilidad de muchos que se llaman corredores y que no miden bien el riesgo que asumen. Por eso el ayuntamiento ha vuelto a insistir con una campaña para evitar, por ejemplo, que los mozos toquen a los astados o les citen distrayéndolos de su carrera y creando situaciones de mucho peligro, como ha ocurrido en ediciones anteriores. Ya que esta práctica es una de las principales causas de las cogidas. Por ello han recomendado a todos los corredores que no distraigan a los astados. La fiesta en Pamplona comienza con absoluta puntualidad y una vez que el chupinazo estalle, ya no habrá ni horarios ni agendas ni casas donde alojarse para la gente que está invitada a bailar y a brincar tanto a mediodía como por la tarde o la noche. La ciudad se transforma y sus habitantes, normalmente de carácter serio y discreto, cambian el gesto adusto por la bulla y el aire campechano y festivo con amigos, conocidos y desconocidos. Así, sin parar, hasta el 14 de julio, todos vestidos de blanco y rojo y bajo el capote protector de San Fermín. Bajo el cual no sentirán ni la lluvia ni el sol, sólo el espíritu de los sanfermines que todo buen pamplones tiene inculcado desde pequeño para rendirle homenaje a su patrón, al ritmo que marquen las corridas, la bebida y la buena comida.

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