CRÉMER CONTRA CRÉMER
Mis admiraciones municipales
DESDE MI más tierna infancia puedo decir y digo, he venido siguiendo con admiración, con fervor, el paso lento pero seguro del Muy Ilustre Muy Nobilísimo muy sorprendente Ayuntamiento del Reino Leonés, con música del maestro Odón. Y desde entonces, he venido recogiendo para mi archivo particular alguna de las muestras de excepcionalidad que a lo largo de los años ha venido dándonos el Municipio. Y puede decirse que ningún otro estamento de los muchos que ya componen la infraestructura económico-social de la Capital, nos ha producido mayores sorpresas sí que también más grados de admiración. Así, como se dice en una historia de cine que todos los hijos eran valientes, en la municipalidad leonesa cabe asegurar que todos los que han pasado por sus escaños y estrados, son válidos para todo. O sea, lo que el vulgo suele decir cuando se encuentra con algún fenómeno de difícil entendimiento: «Gente admirable que lo mismo sirve para un fregado que para un barrido». En la municipalidad leonesa, desde la empleada altiva a la que pesca en ruin barca, todos, absolutamente todos pueden ser utilizados para cualquier tarea que el municipio precise. Ya sabemos o debiéramos saber que en la política administrativa de la España «otra» que estamos ensayando, esa multiplicidad de saberes y de condiciones de cuantos a ella llegan, suelen ser frecuentes, hasta la exageración a veces, lo que obliga a multiplicar los cargos para dar empleo adecuado a tanto genio como anda del brazo y por la calle. Pero en cambio o en contra de cualquier prevención ante tan asombrosa proliferación, nos conforta la convicción de que, como se decía en tiempos en los cuales no existían tantísimas alternativas, ahora en cualquier circunstancia tenemos un hombre para cada cosa y cada cosa para un hombre. En la municipalidad de León, suceden a veces desencuentros o rupturas que producen estupefacción: Por un quítame allá esas prerrogativas, cargos o dietas, un partido, por ejemplo, como el de la Unión del Pueblo Leonés (que hay que ver lo unido que parecía y lo dispuesto que estaba para alcanzar su apoteosis en cuanto San Juan bajara el dedo, lo que parecía unido como un matrimonio de gais, se quiebra por do más pecado había y dimite uno de sus personajes más emblemáticos, dejando con el culo al aire, dicho sea como metáfora, los cargos que ejercía en el dicho municipio. Y, pese a que los mantenedores del pacto en el pacto y por el pacto dicen que aquí no ha pasado nada, es indudable que ha sucedido algo tan gordo como para convocar elecciones municipales. Porque ¿cómo se pueden cubrir los servicios abandonados y por quién? -Y¡milagro, milagro!- de lo más profundo de la Corporación salen no uno, ni dos, sino tres y hasta cuatro sustitutos, dispuestos a ocupar «el puesto que tienen allí. ¿No es esto para poner velas ante Santa Afrodisia de Capadocia, por ejemplo? ¿Quién podía pensar que la Corporación Municipal de León, en la que tan poca fe ha depositado el personal de la puta calle, disponía de hombres para todo?. Pensando, pensando, pensando, que es ejercicio muy saludable, pienso que no es ninguna tontería permitir que los Ayuntamientos decidieran cuándo debieran ser convocadas «sus» elecciones.