CRÉMER CONTRA CRÉMER
Frivolización de la política
SERÁ POR MI naturaleza, poco apta para la fiesta o quizá por esta mi tendencia natural a contemplar los acontecimientos con los prismáticos al revés. O ya, en último extremo, será que los años al correr se olvidan de abandonar el árbol donde duerme el pavo real y se quedan prendidos de las ramas los flecos de la experiencia, que nunca es buena, porque la edad, salvo que te permite vivir o convivir más tiempo, no es buena para nada. Razón tenía el humorista, cuando se lamentaba: «Lo malo de la edad, querido amigo, es que nos coge ya mayores». De ahí, pienso se deriva esta especie de bruma incómoda con que cubro casi todos mis análisis. Por ejemplo, me pregunto: ¿Cómo es posible que nuestros organismos responsables anden a la greña por si me quitas o me pones, o dedican los mejores tiempos de su mandato, a descubrir la fenomenología de los poblados más escondidos de la provincia, cuando sobre sus propias cabezas y naturalmente de las de los ciudadanos sin graduación se desarrollan cumbres borrascosas de las cuáles puede desprenderse a poco que nos descuidemos la suprema convulsión político-geológica que nos entierra para siempre? La ciudad, esta ciudad ha conseguido, por la torpeza de sus hombres principales con mando en plaza, que esta, la plaza, la ciudad, aparezca en las columnas de la gran estadística como una de las provincias más atrasadas de todo el orbe europeo. O sea, que según estos datos, León aparece entre los núcleos sociales con menos porvenir. Y lo confirman mediante una cuidadosa verificación de la economía, de la industria, de la agricultura, de la ganadería, que componen lo que se da en llamar tejido económico sustancial. Y esta es una situación, alarmante cuando menos que, al parecer, no turba la siesta de estos personajes y «personajas» que tienen a su cargo la dirección de la nave. León no está bien, su industria vive de las limosnas que consigue arrancar al presupuesto general, la agricultura se siente acosada por los dispositivos de Bruselas y la población, pese a los inmigrantes prolíficos disminuye. Y mientras esto y muchas cosas aciagas más se producen, andamos con que si fulano debe cesar o si hay que interesarse por el arreglo del camino vecinal de Tortilloso de la Ribera. Cuando no encendemos los fuegos artificiales más artificiales para que el pueblo se sienta alegre y dicharachero. Y todo, piensa la Asociación de Ciudadanos libres y demócratas porque ni los unos ni los otros de cuantos son responsables de cuanto acontece o de cuanto no se produce, toman en serio la tarea de gobernar con seriedad y talento aquello para lo cual fueron elevados a estrados superiores. El pueblo (o cuando menos los leoneses de cuesta abajo, lo perciben), asiste escandalizado al juego de intereses o de entendimientos torticeros de algunos de los situados a la cabeza de la columna formada precisamente para la conquista del pan y demanda humildemente de sus figuras de representación que por lo que más quieran se dejen de apariencias y fantasmadas y no frivolicen.