Diario de León
Publicado por
FRANCESC P. DE BURGUERA
León

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TODOS LOS partidos presentes en el Parlamento catalán, incluido el PP, han mostrado su acuerdo en incluir el término «Nación Catalana» en el texto pactado para la reforma del Estatuto. Y, como era de esperar, han comenzado a saltar las chispas. Un famoso comentarista dice que esta decisión de los partidos catalanes «tiene mucho más de desahogo repipi que de grandeza política». En su opinión, mejor que «nación» hubiese sido elegir «Planeta catalán» o «Galaxia catalana». ¡Qué graciosillo! Para el presidente de Extremadura, el socialista Rodríguez Ibarra, este concepto de nación es un término «moderno» que no responde a una «realidad histórica». Si él lo dice. La realidad histórica, sin embargo, nos muestra que era usual utilizar la expresión «de nació catalana», cuando se quería aludir al origen de una persona nacida en Cataluña. También el presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, tercia en el asunto declarando que «la única nación que conocemos, que existe y que defendemos es España». Pues que se lo diga a su correligionario, Josep Piqué, presidente del PP catalán. Y es que va a ser difícil aceptar estos términos, que encajan en lo que ha sido nuestra historia, pero que no es la historia que nos han enseñado. Otra cosa sería si en lugar de enseñar durante tantos años -y no sólo durante el franquismo- la historia de una España «vertical» se hubiesen dedicado a la enseñanza y a dar a conocer la España «horizontal», que es lo que verdaderamente ha sido éste país. No es cierto, por ejemplo, que los Reyes Católicos hicieron de España el «primer Estado moderno de Europa». Si se quiere trasladar a aquella época el actual concepto de «estado», lo que los Reyes Católicos conformaron, sería una confederación de estados. El Reino de Castilla, por un lado, y el Reino de Aragón, por otro. No es, por ejemplo, ese «primer Estado moderno de Europa» del que nos hablan, quien descubrió América, sino uno de los «estados» que formaban la confederación: el Reino de Castilla. Aragón no participó en esta aventura. Es más, sus ciudadanos tuvieron prohibido comerciar con América hasta finales del siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III. Y es que aquello no era un Estado. Ni moderno ni viejo. Cuando el papa Alejandro VI en sus bulas «et coetera», delimita las áreas en que cada uno de los países descubridores podrán continuar sus aventuras, se refiere al Reino de Portugal y el Reino de Castilla. Y así lo escribe. Tampoco el tratado de Tordesillas está firmado por España y Portugal sino por Portugal y Castilla. No existe, históricamente, la España «vertical», sino la España «horizontal» de los diversos reinos, de los diversos pueblos. Esta parte de la historia es la que no se ha enseñado. Aquí, todo se ha resumido en una especie de dogma: los Reyes Católicos formaron la unidad de España y, con ello, el primer «Estado moderno de Europa». Y desde entonces vivimos unidos, felices y con el mismo modelo de DNI para todos. Y quien se atreva a negar el dogma, reo de lesa patria será condenado a galeras. Y en esas estamos. Si los españoles hubiesen conocido la verdadera historia, si hubiesen conocido con detalle que, hasta que llegó Felipe V, España había vivido como una comunidad de pueblos a los que el Borbón quiso someterlos a las leyes de Castilla, aboliendo sus fueros y prohibiéndoles el uso de sus propias lenguas, a aquellos que las tuviesen, y se hubiese profundizado en esa enseñanza, posiblemente se comprendería mejor lo que está sucediendo en algunas comunidades autónomas con sus peticiones y propuestas. Pero va a ser difícil. Y no por culpa de los ciudadanos sino por los responsables de haber formado generaciones y generaciones de españoles bajo un concepto falseado de la historia. Para corregirlo, se ha dicho, en ocasiones, que España es una «nación de naciones». Es una forma de acercarse a la verdadera realidad.

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