Diario de León

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POR FIN el árbolón de La Condesa habló del tema, del prodigio que prometió mostrarme en aquella orilla del río Bernesga (de río, nada, oigausté; meadita de agua en verano y atragantón de canal en invierno). ¿Ves esas orillas?, me indicó el árbol platanón, hace pocos años eran sólo horrenda escollera, muro carcelario; crecieron después entre sus fisuras varas de arbusto y hoy ya levantan algunas la cresta hasta alcanzar el respeto, se esporpolla su enramada y se va disimulando el crimen; más abajo, allá por La Corredera, hay algún sauce palero y chopitos y alisos y fresnetes que se alzan en su fuero reconquistador con buen porte, la Naturaleza ha esgrimido su derecho a la compensación oculta, que es lo que te permite el catecismo cuando te roban por la cara. El resto arbustivo está en la edad del pavo y tiene alegría insultante. Brota todo sin mano de jardinero y sin más gasto, pero con buen gusto. El agua, el aire o los pájaros han ido trayendo la semilla que prestaron los hermanos de alma y tronco que viven aguas arriba esperando que algún día copien allí la salvajada hidráulica de esta modorra ciudad y les desuellen también a ellos. Esos arbolitos que prometen han recuperado un dos por ciento de la patria que aquí tuvieron. Apenas hay resquicio entre esas piedronas y ahí los ves, pujando el vegetal con su gana bestia por salir hacia adelante y hacia arriba. Acabarán un día borrando totalmente de la vista esas orillas de obsesiva recta y brutal geometría, poniendo verde a ese paisaje en luto. Observa, sin embargo, el apresamiento, le indiqué al árbol; también estos árboles están puestos a desfilar como el resto de estos jardines cuartelarios, en línea. Ya, pero a su albur, como le petó al azar, entremezclados con más arbustos y plantas. Y si escudriñas el agua, verás otro prodigio y algún cangrejo devorando la carroña que aquí sobra. ¿Cangrejos en el Bernesga? Ahí los ves, cangrejo señal. Imagina cuanta vida cabría si esto fuera río y no rambla, que eso es, río con sus caderas, sus meandros, sus pozacos... Imagina otra vez sus carrizales con fochas y pollas. No conoces a estos concejales, le dije al árbol. Cuando su tronco comience a quebrantar escollera, el prodigio se habrá consumado, pero entonces vendrá el tío de la motosierra y detrás otro ingeniero a reconfirmar el crimen.

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