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CRÉMER CONTRA CRÉMER

De nuevo Mambrú va a la guerra

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ESTO QUE nos sucede a nosotros, españolitos llegados al mundo, es una lógica consecuencia de esta nuestra tendencia a dejarnos querer, a dar posada al peregrino, de colaborara en la redención de las tierras del Sahara y otras obras misericordiosas que nos sitúan entre los pueblos hospitalarios, generosos y caritativos hasta la extenuación. De modo que cuando alguna región del planeta tiene una de esas necesidades de las cuales depende la vida y milagro de sus moradores, llamamos a la puerta de la España eterna y esta se nos abre de par en par. Y todos nuestros quebrantes encuentran solución. Por ejemplo, un país, más o menos hermano, como Haití, después de una desgobernación ejemplar llevada a cabo por uno de esos frailes rebotados que acaban en caudillos, se entrega a la guerra civil y no encuentra la forma de acabar con el pleito. Sencillo. Llama a la puerta de España y esta no tiene inconveniente de enviar a sus trágicas tierras soldados, guardias civiles y espías de paisano. Y oiga, no es que digamos que digamos, pero tampoco digamos que digamos, pero el caso es que el pleito se arregla. ¿Qué en el Irak se enconan las conciencias y se enciende la ambición petrolera? ¿Qué se necesita para cumplir la misión de todos los pueblos con armamento tiene atribuido y para lograr los fines se requiere disponer de soldados? Pues se llama a la puerta de Tócame-Roque y se prestan los soldados que hagan falta. Con lo cual la imagen de la España ayudadora se propaga y al final se nos convierte en el recurso mágico para que se ejerzan en el país que corresponda, funciones que en el fondo y en la superficie no son sino gestos depredadores. Bueno, pues lo que pasa, según nos comunican los corresponsales establecidos en la zona, es que dado que el Afganistán como el Haití están revueltos, para establecer el equilibrio que se necesita para que el petróleo sea explotado por los de siempre y los alborotos dominados por los países especialistas en apagar fuegos, se nos requiere para que, no hiciéramos en las tierras de Eúfrates y del Tigris, enviemos soldaditos al Afganistán para dominar de una vez y para siempre a los insurgentes talibanes y guardias civiles al Haití de las hambres miserables y de las muertes a machetazo limpio. Y allá que nos vamos, pues, según se nos asegura, el Parlamento, que asistió entusiasmado a la retirada de soldaditos españoles en Irak, ha aceptado que los mismos soldaditos u otros de la misma nacionalidad, acudan a pelear o a cuidar de la seguridad y la salud de Afganistán y de Haití. Y como ciertas famas no tienen fronteros como no las tiene la caridad cristiana, los palestinos del Arafat del pañolón en la cabeza, solicitan la presencia de soldados españoles en la franja de Gaza, antes de que los judíos acaben con todos, menos con Arafat naturalmente. España se ha convertido honorablemente en la purga Benito para los empachos del mundo. Y no es que a nosotros, particular y colectivamente, se nos vaya a ocurrir ahora descubrir lo que la operación tiene de contradictoria y descohesionada, pero si en lugar de llamar a la puerta de la España católica, apostólica y sentimental hubieran llamado a la nuestra, con harto sentimiento les hubiéramos mandado a hacer puñetas. Que cuando a nosotros se nos llena la casa de piojos nadie acude a socorrernos. Y se acaban nuestros pleitos cuando hemos degollado un millón de paisanos. ¡Le digo a usted, señor guardia!

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