EL AULLIDO
Las mujeres de Neruda
El otro día en la Calle Ancha cierta hippie pelirroja me vendió un poema por séis euros: al leerlo avenida arriba comprobé que se trataba de versos de Neruda firmados por una desconocida. Tal vez ella... El otro día en la Calle Ancha me topé con un plagio verdaderamente hermoso. Entonces recordé que se celebra este año, desde Chile para el mundo, el cumpleaños de este poeta entre dos luces, amatorio, prolífico, comprometido, criptográfico... Se celebra el Año Neruda como si se hiciera minucioso repaso de todo el siglo veinte. Y en este tiempo nuestro en el que la sensibilidad parece haber caído en desgracia, ahora que el mundo promociona a su modo a las personas que no tienen escrúpulos, recordamos a Neruda recitando para los mineros como quien se fija en la belleza no canónica de las hippies de la Calle Ancha; como quien descubre que no todos somos iguales ante la vida o la muerte; como quien derrama aún una lágrima por la revolución que no pudo ser. Ahora nos queda una novela de Antonio Skarmeta, «El Cartero de Pablo Neruda», y nos queda la atlética obra lírica de este autor en la cual lo preponderante son todas sus mujeres. Las mujeres de Neruda, sí, hoy se parecen poco a ellas mismas y mucho a esas deliciosas mujeres que quisimos tener y, en el fondo, a las que quisimos ser. «Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada», por ejemplo, acaso constituya ya uno de los libros más leídos y plagiados desde su publicación, pero releído hoy lo más destacado de esos poemas sin duda es una mujer: la que subyace en esas páginas, aquella en la que pensábamos al leerlos y sentirlos por primera vez. Las mujeres de Pablo Neruda, las que inspiraron y desataron su obra, han acabado siendo las nuestras. Ellas. Pero también permanece y resplandece en su poesía cierto irrenunciable sentido del compromiso, de la justicia y de la apuesta utópica y decidida por una humanidad más humana. Poesía guerrillera, dolorida pero luchadora, avanzada. Un hombre frente al mundo pero en favor del mundo. Neruda, español de corazón, apoya durante la Guerra Civil la causa republicana. Publica fieramente «Tercera Residencia». Nos defiende. Nos enciende. Nos ayuda a respirar. A mí personalmente sin embargo el Neruda que más me conmueve es el experimentador, el de la imaginación sintáctica, el hereje del lenguaje: ése que escribe «Residencia en la Tierra». He ahí un título clave para entender el surrealismo, las vanguardias, a nosotros mismos, y para entender también las posibilidades expresivas a las que se puede llegar si se opera líricamente más allá del realismo, el orden, el racionalismo y la figuración, para procurar y promover la libertad imaginativa, lingüística e intuitiva del inconsciente; acaso nuestra parte más consciente. Se celebra el Año Neruda con eventos, documentales, libros, actos, congresos, programas radiofónicos, hippies callejeras infiltradas entre gentes de provecho e incluso un disco de poemas musicados que acaba de ser presentado en directo en el Forum de Barcelona: otro plagio verdaderamente hermoso. Serrat, Víctor Manuel, Pedro Guerra, Sabina y otros cantautores han puesto música a las letras de Neruda no para hacerlas más sonoras, sino más circulatorias. He aquí vivo y coleando el testimonio escrito de un hombre que, con su legado espiritual, ha contribuído a que el mundo sea hoy un poco más vivible, y emocionante, y emocional. Hace ya cien años de su luminoso nacimiento y lo recordamos como certificando que los hombres pasan, pero la genialidad permanece. Ahora ha vuelto sin pedir permiso la épica bélica a este mundo global, lo cual implica que corren malos tiempos para la lírica, sí, pero por eso mismo celebrar el Año Neruda es una forma constructiva de protestar. Protestemos. Celebremos el desposorio de este escritor con la eternidad leyendo alguno de sus poemas, y buscando entre el agua salada de sus metáforas, por ejemplo, a sus mujeres... El otro día en la Calle Ancha cierta hippie pelirroja...