LITURGIA DOMINICAL
La lección de betanía
LA PRENSA nos ha contado estos días que los franciscanos de Tierra Santa están preocupados porque el muro que levanta Israel dejará a Betania separada de Jerusalén. Será difícil para los peregrinos visitar la tumba de Lázaro y el santuario que recuerda la hospitalidad de aquella familia amiga de Jesús. Hasta hace poco era un verdadero placer tomar un atajo lejano del tráfico rodado para ir caminando desde el Monte de los Olivos hasta Betania. Era un buen paseo para una tarde en la que no había clase en el Instituto Español Bíblico y Arqueológico. Una vez en Betania la tarde se remansaba y la oración brotaba casi espontánea. En aquel lugar uno podía considerar las cualidades que marcan la verdadera amistad: una amistad como aquella que unía a Jesús con Lázaro. Era obligado pensar en el Maestro como fuente de la vida y de la resurrección. Y se podía meditar en las actitudes que en los evangelios caracterizan a Marta y María, las dos hermanas de Lázaro. El alimento del señor De ellas nos habla el evangelio de hoy (Lc 10, 38-42). Jesús las visita en su casa. Marta se ocupa de las tareas del servicio, mientras que María, sentada a los pies del Señor, escucha su palabra. Las actitudes de estas dos hermanas han sido mil veces estudiadas, como demuestran dos tesis doctorales publicadas recientemente en Roma. San Agustín las recuerda a veces unidas en el mismo empeño: «Ambas se unieron al Señor, ambas le sirvieron en unidad de corazón cuando vivía en la carne en este mundo» (Serm 103,2). En otras ocasiones, las diferencia. Marta es ejemplo de ejecución de las obras de misericordia corporales, mientras que María nos enseña la dedicación a la Palabra y la contemplación terrena. Marta ha decidido servir al Verbo hecho carne, mientras que María escucha al Verbo junto a Dios. «Marta, preparando y aderezando el alimento para el Señor, se afanaba en infinidad de quehaceres; María, su hermana, prefirió ser alimentada por el Señor (¿) Aquella se agitaba, ésta se alimentaba; aquella disponía muchas cosas, ésta atendía sólo a una» (Serm 103,3). No se puede olvidar el comentario de Jesús ante las actitudes de Marta y María: «Sólo una cosa es necesaria». Algunos ven en él una referencia material: no hacen falta muchos platos: con uno basta. Pero muchos otros han visto aquí un mensaje más exigente. - «Sólo una cosa es necesaria». Nos cuesta trabajo convencernos. Pero toda persona puede llegar a descubrir esa verdad. Y lo hace cuando es tan libre que puede prescindir de lo accesorio y centrarse en lo fundamental de la existencia. - «Sólo una cosa es necesaria». Lo saben bien los seguidores de Jesús, a los que él decía: «Buscad el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura». La única cosa necesaria es la acogida del Reino, cuya venida se implora en la oración del Padre nuestro. - «Sólo una cosa es necesaria». La Iglesia entera ha sido llamada a confiar en su Señor, a anunciar su mensaje y a repetir sus gestos de misericordia. Ha aprendido del Espíritu que nada es más necesario que hacer presente al Señor en el mundo. - Señor Jesús, deseamos acogerte en nuestra existencia para que tú vengas a transformarla, a llenarla de tu presencia y a orientarla con tu palabra. Amén.