Diario de León

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ENTRE PERROS y gatos, seis millones largos hay en España, la cañí, canina y cainita España del «no me pises la puerta, que te embrisco el mastín» (lo de embriscar no es correcto según el diccionario de la Real, que dice enviscar, pero según el real entender de este pueblo, el embrisco es lo que manda). Muchas mascotas, pues, comparten vida y espacio. Hay que ver cómo jalan y, por consiguiente, cómo evacuan. Doscientos mil de ellos se van a la puta calle cada verano. Aquel regalito navideño de la nena, aquel esnáucer bobón tan mono, no puede venir de vacaciones, no te empeñes, Vanesa, que te cruzo la cara; y no hay pariente bobo a la vista ni heroico amigo dispuesto al encalome del bicho. La calle o el descampado serán su horizonte. Después vienen almas piadosas a recogerlos y, finalmente, endosan sólo unos pocos a otra gente dispuesta a adoptarlos tras escuchar un anuncio sentimentalón. Aún así, bastantes de ellos acabarán viendo puerta otra vez, pues suelen pecar de resabiados, lerdos del cuete o incompetentes para las virtudes que se le suponen a su raza (aquel asturianote empedernido cazador con aliento de mostacilla que siempre buscaba perro cazón un mes antes de abrirse la media veda de la codorniz se llevó de un refugio perruno una apariencia de séter y, después de tres jornadas de caza comprobando que el perro era más entendido en mariposas y saltipajos que en codornices, le descerrajó un cartuchazo por detrás, justo entre las dos orejas, y lo dejó tieso en una rastrojera de Gordaliza). Se compran más perros que nunca. Es otro signo externo para todos; y para las maripijis, ni te cuento; a la nena urbana le va el rozvailer más que a un tonto un pirulí. Cada cual tiene su ideal de perro; y por sus perros los conoceréis. Se gasta producto canino en progresión. Lo que antes era un rincón de consumo perruno en hipermercados, es hoy todo un lineal abarrotado. Los veterinarios, que ya no tienen vacas que atender, han encontrado filón con este ganao nuevo y de piso; porque si tienes chalet o adosado, date por fornicado, ya no tienes disculpa; el cóquer de la nena te lo tropezarás cada día que salgas de casa y en alguna ocasión te darás una morrada por su culpa: Sanjoderse cayó en lunes y tú, en martes. Y ahora la nena quiere llevarlo a un psicólogo de perros.

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