Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El estado de la Unión del Pueblo Leonés

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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MALA, ENORMÍSIMAMENTE MALA. Don José María Rodríguez de Francisco, padre putativo de la criatura, a la cual se le impuso el nombre de Unión del Pueblo Leonés, rompió los papeles y apagó la luz. Y como en una semipenumbra se quedaron los afiliados. No se sabe cuántos, pero cada vez menos, dado que los principales gestores de la empresa, en lugar de ajustar doctrinas e intereses se echaron al campo no se sabe con exactitud en pos de qué. Porque lo que se sabe perfectamente es que un partido político, con ambición de gobernar alguna ínsula, no puede jugar a inventar trampas en la partida para quedarse con el santo y la limosna. El señor De Francisco, en uso de sus derechos constitucionales y de su real gana, una vez que se convenció de que su sintonía se perdía en la indiferencia cuando no el rompimiento feroz de sus cofrades, rompió la vieja baraja y anunció que a partir de este histórico momento se disponía a crear otro partido, mucho más leonesista que el anterior y por supuesto al margen de las posibles influencias nefastas de los populares de Amilivia el destronado regidor, derribado por la impura decisión de sus rivales. El resultado de esta nueva jugada de póquer político es la más clara o quizá oscura derrota, porque con cinco mil previstos afiliados al nuevo Club político, por muy hábil que sea el señor De Francisco no se consigue ni un concejal para Villalpaño de la Encomienda. Y todos a una como los de Laguna, con Pacto y sin pacto, se dispersarán, al modo como tuvieron que hacer los ambiciosos rebeldes de la Torre de Babel, también ahora por la confusión de las lenguas. Adolecía la UPL de una falta muy sensible de un lenguaje, apto para las zarabandas dialécticas que habrían de suscitarse ente los unos y los otros y entre los otros y los de más allá. Se atenían a una especie de combinación de sonidos que no decían nada o que lo que decían no acababa de entenderse y menos cuando la formación política se entregó al juego de la multiplicidad de gestuación y la explotación de lo conveniente, sin tener en cuanta que en política no siempre lo conveniente debe aceptarse, si con ello se descompone el organigrama de la organización. El Partido de De Francisco, lo mismo pactaba con el diablo que con San Gabriel y, claro, cuando se producía el contraste de pareceres se armaba la de Dios es Cristo. Y en plena efervescencia política pactista van y se reúnen en Astorga -¿Otro pacto de las mantecadas?- y se culmina la sublevación de los sargentos. Cada uno de los paladines con su cañoncito y su cuerpecito de ejército, hasta que una ráfaga de viento les disperse o les obligue a rebobinar la película. El espectáculo del señor Otero, impasible el ademán, en su escaño y el señor De Francisco solicitando permiso para hablar, calificando de prevaricador al presidente, fue, sencillamente lamentable. Días antes de que se produjeran los penosos sucesos de la sesión por la que se pretendía conocer el estado de la región, (como si esta operación fuera humanamente posible) sugeríamos de estas páginas que se habrá de comer la tierra, que, para el mejoramiento del enfermo, lo más conveniente sería convocar elecciones municipales. Lo mismo digo.

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