| Análisis | Buscando el lado positivo |
La otra cara de la enfermedad
Ante la enfermedad usted puede desesperarse frente a lo no vivido o vivir lo que le queda de la mejor manera asumiendo que nunca se va a poder borrar el pasado
Al considerar los posibles efectos de tener que convivir con una enfermedad grave, como el cáncer, es relativamente fácil imaginar los efectos negativos de esta experiencia. Más difícil es imaginar que pueda también haber efectos positivos el tener que convivir con la enfermedad y la muerte. Una enfermedad grave es una situación límite. Es una situación en la que el azar nos golpea: nos ocurre sin que la hubiéramos planificado y no la podemos evitar. Al impedir o dificultar que sigamos la habitual dirección de nuestra vida, nos hace reflexionar sobre ella. Al implicar la posibilidad más cercana de la muerte, la enfermedad añade una perturbación más en la vida del enfermo. No obstante, la enfermedad puede tener un poder transformador al ser enfrentados con la situación límite. La enfermedad puede llevar, si uno está dispuesto a aprender de esta experiencia, a revisar su manera de vivir, a repensar sus valores. La sencilla mención de que puedan existir aspectos positivos en las enfermedades despierta, en general, una profunda extrañeza en las personas. El sufrimiento inevitable únicamente puede adquirir algún significado para la persona que reflexiona sobre qué le pasa y que intenta integrar esta nueva experiencia en su vivir. No reivindico el deterioro, las dificultades emocionales, la soledad no querida, las dependencias para las actividades de la vida diaria, etc. No creo que a nadie le gusten ni nadie las pueda calificar como «buenas». Simplemente reivindico que el hombre no puede ser plenamente hombre si no integra, como factor de identidad y de crecimiento, ese lado oscuro, herido, vulnerable que también le pertenece. No reivindico el límite, sino la integración del límite; no propugno que el sufrimiento tenga significado, sino que se puede encontrar sentido en la experiencia de sufrimiento; no pido resignación, sino una aceptación activa, crítica y creativa de los propios déficits. Al rehuir el dolor y buscar el bienestar a toda costa, perdemos nuestro sentido de la intimidad o la compasión; al rechazar el cambio y el riesgo nos negamos el placer de la búsqueda; al negar el sufrimiento nos negamos la satisfacción de conocer nuestra fuerza y grandeza. Ante la catástrofe Ante un acontecimiento catastrófico se nos presentan dos opciones: o podemos cambiar la situación o no la podemos cambiar. Ante la primera opción, si hacemos algo ante la situación, obtenemos fortaleza. Si no hacemos nada o hacemos poco, cuando es posible hacer algo, experimentamos sensaciones de futilidad, culpa, fracaso, y estamos infligiéndonos a nosotros mismos un «sufrimiento innecesario». Si no se puede cambiar la situación que se presenta, se puede adoptar una actitud positiva. Si se adopta una actitud negativa, se experimenta rabia contra el destino, desesperanza, ansiedad y desesperación, infligiéndonos a nosotros mismos un «sufrimiento inescapable». Ernesto Sábato, al hablar de la muerte de su hijo, decía: «Paradójicamente, la muerte de mi hijo me llevó a una necesidad visceral del sentido de la vida absoluta. Y el dolor me entreabrió la esperanza».