La «divina» y sus excesos

Hija del torero Antonio Ordóñez, sobrina del torero Luis Miguel Dominguín, ex mujer del malogrado torero Francisco Rivera Paquirri (estuvo casada siete años con él) y madre del torero Fran Rivera Ordóñez, la vida de Carmina Ordóñez estuvo marcada por la abundancia y los excesos. Débil de carácter (y de voluntad) y amiga de las fiestas y las aventuras sentimentales, la popular dama de la farándula y el derroche nunca encontró su sitio en este mundo. Se casó tres veces - con Paquirri, Julián Contreras y Ernesto Neyra (al que acusó de malos tratos) y tuvo tres hijos. Perseguida por los medios de comunicación -en una relación de amor/odio en que ambos saldrían favorecidos- la atractiva sevillana nunca halló el equilibrio psicológico que necesitaba. Con sus tres maridos -incluido Paquirri- mantuvo relaciones tortuosas. Sus amigos le intentaron ayudar, pero ella no se dejaba. Recientemente estuvo en una clínica de desintoxicación (por su adicción a los somníferos), pero -según confesaba- le resultaba difícil ajustarse una dieta, a una terapia y a un ritmo de vida dentro de unos parámetros más o menos normales. Muchas noches -demasiadas- veía amanecer. Luego no se levantaba hasta después del mediodía. En los platós de televisión hizo famosa la palabra 'divinamente' («me encuentro divinamente», «estoy divinamente») y también el golpe de melena, a dos manos, rememorando a su padre con el capote. Niña bien, ligada a una rancia dinastía de matadores de toros, su infancia transcurrió en el campo andaluz, en la preciosa finca que su padre poseía en Ronda. Allí le tiró de las barbas a Hemingway y se subió a la chepa de Orson Welles (las cenizas del cineasta fueron esparcidas en esta finca). «No me interesa vivir más allá de los 50 años; si como un bocadillo y engordo, qué más da», le confesó a una amiga periodista. Carmina Ordóñez se juró a sí mismo que iba a exprimir el limón de la vida hasta la última gota y así lo ha hecho. Vivió al límite y murió prematuramente.