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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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COMO VER CONTIGO a través de la ventana un avión en el cielo me hace pensar en los pájaros, así también la reciente muerte del bailaor y coreógrafo Antonio Gades me invita a celebrar el Premio Príncipe de Asturias que se le acaba de otorgar a Paco de Lucía. He escuchado pensando en ti el disco «Cosistas Buenas», lo último que ha grabado este maestro de la guitarra española y de la fantasía, y ahora volver a él es como volver a otra cosa porque la música de Paco de Lucía potencia, colorea e intensifica las emociones de quien sentidamente la escucha, sí, pero acaso también al contrario. Acaso si nos acercamos a este disco otra vez y con otro ánimo le hagamos tocar al intérprete ciertos temas con intensidad distinta. La maestría es la mejor pedagogía y por eso este soñador melódico, con su obra, crea iniciados y adeptos al flamenco. A Paco de Lucía se le debe en buena medida haber dado a conocer la guitarra española en el mundo, claro, pero le debemos en igual medida haber dado a conocer la guitarra en España. Su virtuosismo ha conmovido a hombres y estatuas, y ha hecho que se pusiera en pie el alma de diferentes públicos, y por eso ahora es invitado indistintamente a festivales de jazz como el de Vitoria, a festivales de músicas del mundo como el de Cartagena, a auditorios de música clásica, a innumerables festivales flamencos, por supuesto, y hasta al Teatro Real. ¡Qué bueno aquel histórico concierto en el Teatro Real! Así Paco de Lucía, con su guitarra tocada con cariño y fuerza, nos ha demostrado que el eclepticismo a veces no está reñido con la pureza, no, y aún menos con la dignidad. Con la máxima dignidad se está tratando a Paco de Lucía en los ámbitos españoles de la música y, al hacerlo, miramos por fin con orgullo un poco a lo nuestro. El Premio Príncipe de Asturias, siempre tan cosmopolita, como lanzando un mensaje en esta ocasión ha recaído en un nombre universal y propio. Parece que se premia a un hombre pero, en realidad, se está premiando a una música, el flamenco, como también en el fondo en esta era de la diluyente globalización se está premiando a las raíces, al pueblo, a lo no tan ordenado, ni estricto, ni elitista, ni académico: a la libertad. Tiene algo Paco de Lucía de sencillez congénita, de sensibilidad contigüa a la bondad, y eso se sabe o se intuye poderosamente al escuchar sus ojos, al mirar su música, guitarra, tiempo... El amor es, en gran medida, una forma de tocar. Hay tanto amor en el arte de Paco de Lucía como humano desgarro había en la voz de Camarón, y voladora sangre hirviendo había en las manos alzadas de esa garza flamenca que fuera Antonio Gades. El Premio Príncipe de Asturias viene ahora a repetir lo que ya dijo decidida y hermosamente la poesía de Federico García Lorca, o el cine de Carlos Saura, o el magisterio de Félix Grande, El mercado, no sé, tal vez no lo pueda todo. Acaso quede algo que sólo puede musicalmente suceder en los arrabales o el alma. No es, ni mucho menos, la música pop la música popular. Paco de Lucía se ha convertido en una forma peculiar que tiene la sangre de avanzar por nuestras venas desbocada; se ha convertido en un modo no verbal de decir la sensibilidad, la raza y la belleza; se ha convertido en todos nosotros por dentro, en la tierra y el mar. Pienso en Paco de Lucía y me acuerdo de las calles de Algeciras, y me acuerdo del olor a sal, y del olor a luz, y del olor a vida. Suena su disco. Brilla. Acude a dúo la sangre... ¿Este último disco de Paco de Lucía es especialmente idóneo para ser escuchado mientras se hace el amor? Tú dirás.

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