Diario de León

Los amigos despiden a «una buena madre y buena persona»

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a. p. | madrid
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La muerte une o, al menos, extiende un discreto velo sobre las grietas y los cascotes de relaciones rotas o deterioradas. La de Carmina Ordóñez no fue una excepción. A su velatorio llegaron a tributar cariño póstumo quienes la quisieron, y respeto algunos con los que nunca se entendió. O más bien algunas. Mujer pasional y de prontos volcánicos, Carmina nunca se molestó en ocultar su antipatía hacia la segunda esposa de Antonio Ordóñez, el torero ilustre y padre idolatrado. Pese a los años de desencuentro, Pilar Lezcano, viuda del maestro desde 1998, fue de las primeras en acudir ayer al Instituto Anatómico Forense para darle un último adiós y acompañar a los hijos de la fallecida, y a su hermana Belén, rota de dolor y con una vida igualmente tortuosa en la que mezclan el cáncer, los desamores y algunos excesos. Se sumaron al duelo también quienes fueron sus nueras. Eugenia Martínez de Irujo, ex esposa de su hijo mayor, Francisco, y la modelo Blanca Romero, ex del segundo, Cayetano, la cara y la cruz para la suegra difícil que Carmina fue. Se enfrentó a Blanca cuando su matrimonio naufragó, pero guardó sus mejores elogios y deseos de una improbable reconciliación para la benjamina de la Duquesa de Alba. Ésta acudió ayer al velatorio de luto integral después de haber guardado siempre una cortés y fría distancia con quien fuera reina de las exclusivas.

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