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CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿Se hacen caminos al andar?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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CON TODA la humildad que me es posible utilizar, yo creo que no, que lo de hacer caminos andando, es una metáfora bellísima, pero de no mucha verdad y eficicacia. Porque no es concebible el filósofo de turno que para construir un sistema necesite lanzarse a la carretera y competir con los andantes del país... Andando se quita el frío, decía el abuelo Pérez y para aquellos que aprovechaban el tiempo de paseo para hacer frases y concebir sistemas de entendimiento entre seres humanos todavía no deteriorados por la edad, y que al final de la jornada entendían que el único modo de corregir las tendencias alevosas de la sociedad en llamas es arnar a esta sociedad amenazada de medios radicales de persuasión, como la fusilería o la bomba inteligente, habría que recordarles aquello de Talleryrand a Napoleón, cuando le decía: «Con las bayonetas, Sire, se puede hacer todo, menos una cosa: sentarse sobre ellas». O sea descansar, detenerse, dotarse de un tiempo para pensar seriamente, serenamente. Que es lo que me parece que les falta a los hombres llamados a la gobernación de esta ínsula barataria que es León. Como si no tuviéramos bastante con lo de las elecciones para ocupar un escaño en Europa y para servir, desde aquellos solios de decisión, de fieles domésticos de estos o de los otros, nuestros hombres con cargo presupuestario es que no paran. Y así tenemos al ínclito y nunca lo suficientemente alabado señor alcalde, metido a redentor de ideas independentistas dejando a la Unión del Pueblo Leonés sin rama de árbol ideológico a la que agarrarse. Y en tanto y en cuanto se acaba de dirimir el pleito de la dicha UPL, por si el presidente funciona o dimite y la Diputación, como si no tuviera sobre si ninguna otra empresa de mayor urgencia y necesidad, inventa otra Fundación, dicen que para el Desarrollo Económico provincial: y los vecinos más sensibles se estremecen ante la idea de que la Unión Europea o quien corresponda pudiera regatearles a las Vidrieras de la Catedral la consideración de bien universal, lo que ya es una proposición para apagar y desaparecer; pues a donde queríamos llegar, al cabo de tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, es a aconsejar a quienes aparecen doblados con la sobrecarga de los numerosos problemas que nos abruman, es que se detengan, que se sienten, que se tomen un tiempo para la meditación y olviden la falsa idea de que los bienhechores de las patrias, suelen ser aquellos que van de un lugar a otro, de una disposición a otra, de una invención a otra aún más disparatada. En León, por si no lo saben, y para que no se anden buscando tres pies al gato, aparece desplegada la más vibrante cartela anunciando la precariedad del trabajo, la bonita historia de Antibióticos, la despoblación lenta pero segura. Y todo este problema no se atiende como es debido retratándonos con las señoras del Ropero, ni asistiendo a la clase de gimnasia de los niños sordos, sino sentándose a la sombra de un despacho o de un castaño de Indias escuchando lo que el pueblo reclama y sacando conclusiones que no puedan ser nunca creación de una oficina de colocaciones. ¡Y no lo digo para mal!

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