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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Antonio Viñayo en el camino

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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TODOS LOS AÑOS, así que se imponen las fechas destinadas a la vacación, nos detenemos en nuestra apresurada pesquisa hasta alcanzar el libro, los libros a los cuáles tendremos que acudir en los momentos de mayor desasosiego, para cumplir con el precepto de la lectura. Y la suerte me llevó a dar de cara y de cruz con un libro singular del cual es feliz autor un personaje amigo, no menos singular que el libro: El Excmo. Sr. D. Antonio Viñayo, hasta no hace mucho benemérito conductor de la nao capitana de la monumentalidad leonesa, San Isidoro. Por lo regular, y todavía no sabemos si por vocación perniciosa o por tendencia hacia lo exótico, nuestra inclinación, ante este trance bibliográfico discurría en pos de textos más o menos en línea con la más arriesgada moda literaria o con la más arriesgada investigación histórica, sin que al final de la aventura pudiera asegurar que su lectura hubiera colmado mis apetencias ni tampoco, por desgracia, que hubiera aprendido algo de lo mucho que necesitaba para encubrir mis ignorancias. Y ya en tierra, después de navegación tan accidentada se me interpuso, digo, en mi camino, un libro sencillo, escrito sin forzamientos técnicos, mediante el uso del lenguaje que el vecino utiliza para hablar con su vecino, en el cual se recogía la hermosa aventura de un muchacho que, según sus propios a apuntamientos había iniciado sus andanzas y correrías, por valles y vértices montañosos «con nombres sonoros y legendarios, como Celada de Benllera, Negrón, Oso Grande, Collada, Amargones, Peña de Cuevas, Peña de Piedrasecha, Peña Portilla, La Rasa, Peñaflor, Cuerno de Babia, La Biseca de Canales, Cuesta de la Condesa...» ¡Dios, qué mundo!... Para después topar con Camposagrado y su leyenda, con batallas de moros y cristianos, como Dios y Alá mandan. La literatura que cubre estas páginas es breve, sentenciosa y didáctica. El lector, mientras repasa una de las colecciones fotográficas más elocuentes, se siente suavemente dirigido y en ocasiones sugestionado por la música interior que contienen. Bien hizo la Fundación «Hullera Vasco-Leonesa» en acoger en su espléndida colección el hermoso soliloquio de Don Antonio Viñayo y bien hice yo en detener mis pesquisas de libros para el verano, en este del que fuera durante tanto tiempo referencia inevitable de la cultura leonesa. Porque, en resumidas cuentas, y al cabo de una lectura provechosa y contagiosa, se llega a la conclusión de que los libros no se califican ni miden por lo pretencioso de su contenido ni por la aparente brillantez de su prosa, sino por la serenidad de su dictado y la eficacia de su contenido. Cuando en el mundo entero se están preparando los ceremoniales mediante a los cuales intentamos abrir de nuevo ante nosotros el libro de los libros; «El Quijote», caballero andante que aconsejaba «llaneza, muchacho, llaneza, que toda afectación es mala», a nosotros se nos ocurre proponer este libro de Antonio Viñayo, titulado «Andanzas y misiones del León del siglo XX. Tres primeras salidas al mundo de un niño rural para alivio del verano.

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