LITURGIA DOMINICAL
La lección del rico necio
LOS MEDIOS de comunicación nos trasmiten puntualmente la noticia de la muerte de los grandes personajes. Hace poco era un presidente del país más poderoso de la tierra. Después ha sido un famoso artista de cine. Más recientemente un gran bailarín. Junto a la historia de los que ya se fueron, se pone ante nosotros las fechorías que los que aún perviven. Y se nos da cuenta de los millones de dólares que algunos dictadores y tiranos han logrado reunir y colocar en bancos escandalosamente cómplices de sus rapiñas. No faltará quien se sienta fascinado por el poder y la fama de estos personajes, vivos o muertos. Pero, ante noticias de ese tipo, a muchas personas hemos oído comentarios como éste: «¿Y para qué les han servido su poder y sus riquezas?» Ya Jorge Manrique se preguntaba: «¿Qué se fizo el rey don Juan? ¿Los infantes de Aragón qué se ficieron?» El dinero y la persona En el evangelio de Lucas se nos cuenta una parábola que recoge esta experiencia común a toda la humanidad. Un hombre rico hace planes para almacenar su cosecha y darse una buena vida. Justo en ese momento, Dios le advierte que esa noche va a tener que dejar la vida. En el oído queda resonando la pregunta: «Lo que has acumulado, ¿de quién será?» (Lc 12, 13-21). El evangelio de Lucas aborda muchas veces el tema del dinero. En algunas ocasiones para invitarnos a relativizar su valor. Y, en otras para advertirnos de la tentación que supone para el hombre. A veces lo adoramos como si fuera un Dios. Y a veces nos negamos a compartirlo con nuestros hermanos. En los dos casos deja de ser para nosotros un medio para convertirse en un fin. Pero a la parábola no le interesa tanto el dinero del hombre como el hombre que se aferra al dinero. Lo que importa es salvar a la persona. Es imprescindible encontrar el sentido de los bienes. Y procurar ser «rico ante Dios». Un rico insensato y codicioso no es más que un pobre hombre. 1397124194 Normas de sabiduría En el contexto de esta parábola del rico insensato, se incluyen dos frases de Jesús que bien pudieran encontrarse en la boca de una persona sabia y experimentada. La primera es un consejo y la segunda, un proverbio: ¿ «Guardaos de toda clase de codicia». He ahí una buena norma de conducta, válida para creyentes y no creyentes. Hoy nos damos cuenta de que ha de aplicarse no sólo a las personas, sino también a las empresas, a las instituciones y a los países más poderosos. ¿ «Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Esta observación brota de la experiencia y del sentido común. Es bueno que la recordemos todos los que tratamos de acaparar cosas y más cosas. Y es bueno que la repitamos a las generaciones que vienen. Todos hemos de educarnos para vivir buscando lo esencial. - Señor Jesús, que no tenías donde reclinar la cabeza, enséñanos a descubrir que la persona vale más por lo que es que por lo que tiene y ayúdanos a preguntarnos qué es lo que puede hacernos valiosos ante el Padre celestial. Amén.