CORNADA DE LOBO
A rascar
ES AGOSTO. A rascar. «Mujer forzada o rascada», decía el Fuero de Cuenca de 1184. Y ese «rascada» ¿qué quería significar?, ¿arañada, rozada, hostigada, rayada la cabeza con lija de injuria?... Probablemente. Si estaba penalizado ese rascar, sin duda era bien distinto del que nos sugiere el refrán: «No hay cosa más rica que rascarse cuando a uno le pica». Rascar es un placer sensual, genial... rascando espero al hombre que más quiero, podría cantar la Sarita. Rascarse es patrimonio de la humanidad (se rasca el pobre y el rico, se rasca el tonto y el Papa; del rascarse nadie escapa, ya sea el culo o el hocico»; pero el rascar no es tan beneficioso, pues podría ser arañar con raspe o roce, apañar con uña los restos, agotar el presupuesto, conseguir... Averigua qué puede significar ese «aquí no hay nada que rascar» que le dijo el constructor al concejal. Sin embargo, cuando te digan «vete a rascar», no hay nada que averiguar. En contra de lo que les ocurre a las solteras, los concejales y los reyes pasmaos sí suelen tener quien les raque. El pelotas es siempre un rascador de la espalda del poderoso. A rascarse dedica el mono la mitad de su tiempo. No nos hemos sacudido esa herencia. Hay licencia social hasta para el rasque más obsceno en el lugar más sagrado, porque ni Josines, ni don Esteban, ni otros se privan de rascarse la huevera y colocarse el material mientras pacen su aburrimiento dominical en misa de doce; y lo hacen mirando al tendido, tirándose un rato en el sobeo, como ofreciendo y sopesando. En «El Eco de la Ganadería» del 15 de enero de 1863 se incluía un suelto divulgativo sobre la «conveniencia de rascar al ganado de cerda, que proporciona a los cochinos un placer grandísimo; sigan los criadores esta indicación de naturaleza rascando varias veces al día a los marranos y obtendrán extraordinarios crecimientos; hay que rascarlos, como hacen los criadores ingleses». De alcaldes hacia arriba ocurre lo mismo; les rascan tras la oreja y se les mueve el rabo, retuercen el gusto y se les pina el orgullo. Lo malo es que se acostumbran. Y si no hubiere rascador, la misma vara le sirve. De ahí el dicho: «Alcalde suelto bien se rasca». Ahora bien, si el señor Colás se rasca el cogote bajo la boina, es por duda o sospecha de que su alcalde se está «rascando» demasiado.