Diario de León

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REPICAN FIESTAS a diestro y siniestro. Es agosto, es lo íbero, es la norma y es la leche merengada. Hay patronos y vírgenes pa tó. La brisa diluye en el aire hasta los pueblos vecinos el chundachunda matracón de una orquestilla de las que pedorrean decibleio en escape libre con cantantas teñidas de patorra en malla que provocan orquitis en la huevera del señor Aquilino. Por si faltaban verbenas y cuetes de siempre, es moda hoy inventarse fiestas que jamás hubo (y no pocas que jamás deberían existir). Hacen furor las medievales; todos de Ivanhoe o Brave Heart. Las de romanos y celtas comienzan a ser peste y decorado de chichimoni. Chiflan también las conmemoraciones de batallas -la puta guerra no muere ni en la fiesta-, estopa al francés, vítores a la tropa del general Moore en retirada, y mola vestirse de déspota o ilustrado con soldados de mosquete de pega y atrezzo barato en un simulacro de batallita que les cuesta a los ayuntamientos una mordida en el hígado. Si el conde Olinos en su camino a las Navas de Tolosa paró a mear junto a la iglesia de Madrigatos de la Cazurrería, ten por seguro que saldrá algún cronista oficial de la villa apuntando el dato y habrá un concejal mastuerzo proponiendo la originalidad de conmemorar la efemérides con un mercadillo medieval, misa de mesnadas y tripeo con los dedos (el alcalde, de rey católico; y la concejala de cultura, de jimena con toca y escotada, ella, que no tiene media teta, ya ves, y se lo cree), todos disfrazados con trapos de raso y retal, colorines de espanto, bisuta de risa y fiesta de pena. Si los del pueblo vecino lo han hecho, aquí el doble. La cosa les sale por un pico de robo y bobada. Los únicos que de verdad hacen la suya fiesta lasgándose pascualmente con la tela son los de la compañía de calle que se pasa el verano haciendo el mismo bolo en todo lugar; los demás miran. Quizá en ese mismo pueblo, hace algún tiempo y con sólo cuatro perras para el festejo patronal, tapinaban de mazapán el camino que va de la mesa al baile, alcanzaba a casi todos la caldereta de machorra y extenuaban a los músicos, que eran una gaita y un tambor, un chiflo en Valduerna, un acordeón, unos cirolines... o Delarriba, que con dulzaina y Luis al bombo, tocaba pasodobles y boleros en plazas de dos bombillas con gran éxito de concurrencia y arrimamiento de género. Elige.

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