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Publicado por
Antonio Núñez
León

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COMO TODO el mundo sabe, Villablino y Fabero fueron tiempo atrás, aún no hace tanto, el paradigma o referente, como se dice ahora, de comarcas industriosas, prósperas y seguras de sí mismas. Los mineros bercianos acostumbraban a poner en el parabrisas una pegatina con el lema «Fabero, ciudad del dólar» y los de Laciana tenían a gala dibujar en la cochera de casa el sacho y el martillo de picador, coronados ambos a modo de símbolo heráldico por un barreno o una lámpara de carburo para advertir a los forasteros que el que se atreviera a aparcar allí iba a salir tan corrido, por lo menos, como corría el dinero. La zona también era el paraíso de los viajantes, atónicos porque nadie pagara a plazos la lavadora. Hoy Laciana es una comarca en declive, sin crédito en las tiendas de ultramarinos y donde a duras penas mantienen el empleo Victorino, el de la MSP, y unos pocos más, si bien el empresario se mantiene bastante bien y hay a quien sólo le da para ir tirando. Al Ayuntamiento de Villablino llegó el otro día el nuevo secretario de Estado de Turismo, Raimon Martínez Fraile, acompañado del delegado del Gobierno en la autonomía, Miguel Alejo, y del subdelegado en la provincia, Francisco Martínez, para concretar los proyectos del presidente Zapatero respecto al relanzamiento económico del valle: un parador de turismo que creará sesenta empleos para camareras frente a los seis mil que ha perdido el valle desde la reconversión de las minas. O sea, el uno por ciento, aunque un chino optimista ya ha montado una ETT «todo a cien» y tiene cola para apuntarse al tajo. «Algo es algo», le agradecieron al secretario Raimon los más viejos del lugar para inquirir, a continuación, «¿cuándo empezamos?». A lo que el viceministro respondió: que «en septiembre se determinará la ubicación física del parador», lo que denota que no tiene ni puta idea de dónde ponerlo; que «en base a ella se desarrollarán los estudios de las previsiones económicas de la cuenta de resultados para empezar a plantear el el concurso, tanto del proyecto como de la obra»; y, respecto a por dónde se puede empezar, concretó que «las zonas más adecuadas y convenientes hay que pensarlas, tanto desde el punto de vista de infraestructuras como del target y al segmento a que va dirigido el producto y ver también cuál es exactamente la dimensión», total que nada, aunque «no se descarta la posibilidad de que un arquitecto de prestigio nacional o internacional sea el encargado de diseñar el edificio». Es pronto para augurar todavía cuándo Villablino podrá disponer del gran parador de turismo prometido por Raimon y Zapatero, aunque, por si acaso, se les ha adelantado ya un entibador prejubilado que, palo a palo, ha montado un chiringuito con luces de neón alternativas donde da trabajo a media población o más, cada uno a lo suyo. Hay quien dice que el local es de mala nota, aunque él jura que en cuanto a reputación, lo que se dice reputación en todos los sentidos, hasta en el peor, el tiene alta la cabeza y lo otro tan alta como el que más. Cosas de la iniciativa privada. En cuanto al parador de Raimon, el exminero está completamente de acuerdo: «todo lo que sea infraestructuras de apoyo es bueno». Es posible que el futuro de las viejas y entrañables cuencas deba ser alumbrado entre tubos de neón en vez de entre flases de Raimon en los periódicos. A fin de cuentas Raimon no sabe aún donde poner su parador y al minero prejubileta le basta con cualquier lugar en la carretera del valle con tal de que quede a las afueras de ninguna parte. No es que eso sea bueno ni malo, sino que Raimon ni siquiera sabe dónde ubicar su chigre, con lo cual apaga y vámonos. Por cierto que con un nombre así y el desconocimiento que acredita sobre la orografía y costumbres de los lacianiegos valles uno pensaba que, como mínimo, Raimon procedería del Vallés catalán, como la butifarra de Casa Terradellas, por ejemplo, pero con cinco tenedores. Pues no, señor. Todo tiene su explicación. Raimon no se llama tal que así, sino Ramón a secas, según partida de bautismo que obra en manos del párroco de San Cristobal de la Polantera, provincia de La Bañeza y diócesis de Astorga. Parece ser que intercaló la «i» en el nombre de pila cuando emigró a Barcelona para prosperar en la política, lo mismo que Ramón i Cajal, pero al revés. Según los periódicos, los compromisos de Zapatero para con León dependen de gestores como Raimon y uno ni se atreve a pensar lo que pensarán en Laciana del personaje mientras paran y no paran levantando el parador. El problema es dónde: la cosa más tonta, según el forastero Raimon. El tonto de mi pueblo también tiene un DNI, como Maragall, y no para de mirarse el ombligo. Pero no se pisa el haba.