Diario de León

VENTANA ABIERTA

El nuevo gobierno europeo

Publicado por
ANTONIO PAPELL
León

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LA NUEVA Comisión Europea designada por su presidente Durao Barroso ha sido en general acogida favorablemente por los círculos políticos de la Unión y bien valorada por los medios. Se la considera equilibrada desde los diversos prismas de análisis, y Barroso ha hecho uso de su independencia -la que le otorga su condición electa y no designada- para resistir presiones de los «grandes» e imprimir al conjunto el ideario mayoritario que, a juzgar por la composición de la Cámara de Estrasburgo, es más bien liberal. Como se sabe, Durao Barroso pertenece al Partido Socialdemócrata Portugués (PSP), que, a pesar de su denominación, es de centro-derecha. Por primera vez, y hasta que entre en vigor la Constitución Europea, la Comisión está formada por 25 carteras, lo que ha obligado a desglosar algunas de las anteriores (Transporte y Energía, Agricultura y Pesca, por ejemplo). Barroso se ha resistido con eficacia a las presiones de los «grandes»: así, Alemania no ha logrado para Günter Verheugen todo el poder a que aspiraba (es comisario de Industria y no «supercomisario económico», como quería Berlín), y Francia ha tenido que conformarse con la Comisaría de Transportes, que ocupa Jacques Barrot, y no la de Mercado Interior como quería París. En reconocimiento a la envergadura de ambos países, sus comisarios ocupan sendas vicepresidencias. También ocupa una vicepresidencia el comisario italiano, Rocco Buttiglione, encargado de Justicia, Libertad y Seguridad, en compensación por la pérdida de la presidencia (Prodi) y de la influyente cartera de Competencia (Monti). Los diez nuevos socios ocupan carteras secundarias, salvo la polaca Danuta Huebner, en Política Regional, y el estonio Sim Kallas, designado vicepresidente y a cargo de Asuntos Administrativos y Antifraude. La primera vicepresidencia -que sustituirá a Barroso en sus ausencias- es la sueca Margot Wallström, encargada de Relaciones Institucionales y Estrategia de Comunicación. Barroso ha insistido, como gran prioridad, en la necesidad de dar plena visibilidad a la UE ante los ciudadanos para vencer su desinterés; Wallström deberá ocuparse de tal cometido. Resulta asimismo relevante el hecho de que la tercera parte de los comisarios sean mujeres (ocho), un hecho sin precedentes en la ya dilatada vida de esta institución. España mantiene a Joaquín Almunia al frente de la cartera que ya estaba ocupando, Asuntos Económicos y Monetarios, devaluada por los incumplimientos del Pacto de Estabilidad aunque relevante por la necesidad de reconducir ese pacto hacia territorios más posibilistas. Almunia abandonará la Comisión si, como se prevé, la Constitución entra en vigor en 2007 y Javier Solana se convierte en ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, con rango de vicepresidente. Como ya manifestó en su discurso de investidura, Barroso se propone poner en pie la llamada «estrategia de Lisboa», acordada en la cumbre celebrada en esta ciudad en el 2000 a propuesta, particularmente, de Blair y Aznar. En síntesis, la Unión Europea debería emprender un proceso de desregulación y liberalización económicas capaz de otorgarle la competitividad y la consiguiente capacidad de crecimiento económico de que ya gozan los Estados Unidos, de forma que pudiera desempeñar el liderazgo mundial en el 2010. El antecesor de Barroso, Romano Prodi, de centro-izquierda y más implicado en la política italiana que en la europea, nada hizo en esta dirección; ahora, el nuevo presidente de la Comisión quiere impulsar personalmente tales políticas, para lo que coordinará la acción de un grupo de comisarios encargados de poner en pie tales reformas. En conjunto, la valoración del equipo, reclutado mediante una negociación constructiva entre Barroso y los Estados miembros, es francamente positiva, tanto por la competencia técnica de sus miembros como por los diversos equilibrios conseguidos.

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