Diario de León

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VUELVO de Pajares y anoto a prisa impresiones. De Pajares del puerto, no; de Pajares de los Oteros, que también es puerto por haber allí un mar de vino, cuestos de cepas y surcos de arada larga. Celebran estos días una semana dedicada al vino, certamen enológico. El vino es el viejo carnet de identidad del sitio, su apellido y su fama; buen lugar, además, para arrear liebres por los banzos y perdices de peón en sus escogolladeros. De siempre se oyó hablar del vino de Pajares. Hablamos de la varidad que manda allí y a la redonda, del prietopicudo (escríbase así, en minúscula y tojunto, porque en mayúsculas y separado parecen apellidos sin ser de nadie, pues es variedad que rebautizó el pueblo labrador por la apretura de sus uvas y lo picudo del racimo; así se entendió mejor y así quedó, prietopicudo; ¿Prieto Picudo?...). Hablamos en Pajares de los ríos de vino que han corrido por esta tierra mucho antes de que Estrabón viera beber cerveza a los astures, que también le daban al vino traído de lejos que en la primera noche agotaban agarrando unos pedos guerreros de mucha preocupación. La historia de León está escrita con sangre de buey y tinta de vino. El vino es sagrado en estas culturas bárbaras del norte (así nos llamaba san Isidoro de Sevilla y el destino le castigó mandándole dormir entre nosotros su sueño eterno). El vino es sacrosanto y tiene el exclusivo privilegio y propiedad de convertirse en sangre de Cristo, que habiendo podido elegir el vaso de agua, un zumo, un mosto o una fanta que hubiera en aquella mesa de la Última Cena (habría sido lo ecológico y sano), escogió el vino y alzó su copa, prefirió el morapio, el de color sangre rubí, lo más parecido... y con alcochol. Por algo sería. Así que en esta tierra y en toda la cristiandad el vino no se ha difundido; se ha predicado. Por eso el beber sin moderación se disculpa y se absuelve; todos lo hacen. La católica Irlanda se mama como nadie; y a mucha honra. La ortodoxa Grecia se juma sinfónicamente con caldos de Corinto y acaba bailando un sirtaki sobre un vaso de culo gordo. De Italia y Francia, ni te cuento. Y España se levanta con gotas en el café y se acuesta con medio pedal de mil vinos y cañas trasegados. Todas estas historias y más brotan en un vaso de prietopicudo bebido en compaña y en bodega. Y en Pajares. Vete.

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