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Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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CADA VERANO se abre entre los periodistas habituales de la Costa del Sol un debate que se aviva año tras año: ¿Podrá sobrevivir Marbella a las barbaridades urbanísticas de Gil y sus secuaces? ¿A la masificación y a la invasión de los Dinios y las Yolas Berrocales? Creo que sí porque en contra de las apariencias en Marbella hay gente, la inmensa mayoría, que vive de espaldas a ese submundo, donde cada noche se celebran cenas y fiestas que harían las delicias de los paparazzis más exigentes. Pero a las que no permiten el acceso de la prensa unos por miedo a que se les pueda meter en el mismo saco de los innombrables, otros porque desean preservar su intimidad al precio que sea. Hay un libro, Locura de vivir , escrito por dos periodistas, Antonio Montilla y Lucía Alba, que presentaron Lolita Flores y Carmen Ordoñez, días antes de que esta última apareciera muerta en su domicilio, que cuenta cómo era la Marbella de los años setenta y ochenta. Cuando vivía o visitaban personajes como Aristóteles Onasis y Jakie Kennedy, Patiño, Mel Ferrer, Sean Connery. Al actor escocés le gustó tanto este trocito de costa que se quedó a vivir durante veinte años hasta que una mañana, vio que justo al lado de su casa habían instalado grandes grúas. Temiéndose lo peor preguntó qué hacían allí aquellos monstruos. La respuesta que recibió le dejó helado: iban a construir un bloque de apartamentos. No lo dudó un segundo. Puso la casa en venta y se marchó a zonas menos convulsas. Pero a lo que iba, Locura de vivir es un retrato bastante aproximado de lo que era Marbella a finales de los setenta. Con un protagonista principal Yeyo Llagosteras, amigo de Luis Ortiz, Antonio Arribas y Jorge Moran, los famosos choris , quien de la mano los periodistas ha ido desgranado sus venturas. Y desventuras. Para quiénes no sepan quién es Yeyo decirles que bien podría ser el protagonista principal de una novela de Jhon le Carré, que gastó una inmensa fortuna en mujeres, casinos, juergas y droga, sobre todo en la maldita droga. Él, como Carmen, vivió en el filo de la navaja. Yeyo se salvó no sin antes haber vivido un tiempo en la cárcel, mientras Carmen no pudo sobrevivir a su propia destrucción. Hoy Yeyo es el único superviviente de una clase social que lo tuvo todo y todo lo perdió.

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