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¿EN QUÉ deportes olímpicos o de pueblo podrían competir juntos hombres y mujeres, todos a la vez, enfrentados o revueltos? Los hay. Hágase. Sueño con el día en que la mitad de los equipos se acojan a la cuota zetapé, mitad tíos, mitad paisanas. Ahorraremos muchas retransmisiones de filfa y conquistaremos igualdad en el fabuloso negocio del espectáculo (deporte es otra cosa). La realidad social y de género estaría fielmente representada en las canchas de juego y las maris de todo el mundo verían encantadísimas los partidos sin poner morro y dejándose después meter un gol en vestuarios. Nacería al fin la conciliación conyugal ante esa perversa tele con mando voraz y disputado que se alza hoy como cancha de broncas, colisión de gustos y muro de silencios. Propóngase en moción o decreto este fiftifitfi. Y en aquellos deportes con jugadores impares se cedería la plaza que rompe la paridad a un paraolímpico integrando así a quienes sufren más discriminación que las mujeres acabando todos ellos fichados en las competeciones normales sin que hubiera necesidad de celebrar paraolimpiadas, que cuestan un pico y nadie suele mirar. Sería emocionante ver al Real Madrid con cinco gichos, cinco gachís y un mancado en la portería para echarle todas las culpas. Enfrente, un Barcelona de mismo corte y Carod bajo los palos con zancos para ver por dónde viene la pelota o la bolsa del chantaje. Con la mitad de señoras en plantilla, los chorbos ya no tendrían que ponerles los cuernos a sus mujeres con putorras finas en fiestas ronaldas; sesión de cama tras los entrenamientos y todo en casa. Han de empezar a verse mujeres y hombres en la misma cancha. Lo de la fuerza física ya no es disculpa. Todos hemos visto estos días a jatas de doce arrobas que le arrean un revés en el morro a Manolón Martínez y le desmandibulan. El delirio sería verles sujetos a la norma establecida en la decimoquinta olimpiada (720 a.d.C.) de competir totalmente desnudos, razón por la que no dejaban a las casadas ir a fisgar. Entonces, ese tonto inglés que se despelota en toda cancha tendría que jubilarse entre llantos y crujires. Viva la igualdad en pelotas en un mundo donde no hay «atletos»... ni ajedrecistas, pues sólo se ven ajedrecistos en este juego donde, oh paradoja, manda sólo la mente, no el músculo bestia.

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