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COMO CHINOS y calvos acabaremos todos así que pasen cien años. Cada poco, cíclicamente, los occidentales barruntamos fiebres amarillas temiendo una gripe asiática de aquellas que se llevaban un cuarto de población. No hay lugar del planeta donde no se vean chinos. Puestos en negocio y expansión, esos chinos son furia sacramentada y juramentada. El peligro amarillo lo llamaba ya Alejandro Dumas. Son gente de tesón y voracidad que se meriendan un Tibet en una tarde y se quedan tan anchos y para siempre. Eso es lo que teme Rogelio cada vez que les ve abrir un restaurante o un todoacién. Ojo con el chino, dice el avisado, pues te enreda justo cuando crees estar liándole. Hacen gala de paciencia bíblica, soportan trabajos y fatigas confiando en que ha de llegar un día su momento. Tienen la astucia de quien nace en familia numerosísima. Discurren que rabian, andan por la vida y sus trabajos corriendo más que un camarero de restaurante oriental y su sociedad sigue armada en un verticalismo jerárquico mamado en el viejo mandarinato y engordado hoy con partido único de dictado y tente tieso. Parece como que el chino está hecho a obedecer y acatar, así que organizados en pelotón o desfile son máquina de temer. Aceptan ciertas esclavitudes en su fatalismo resignado. Mi aplauso (con reserva y cautela) a los chinos por su perseverante terquedad, su mentalidad y ambición. Es el mantado de diez mil años de cultura, siete mil más que nosotros. No se sorprenda nadie de que los triunfadores morales de estas Olimpiadas hayan sido los chinos. Estaban en todo. Pasan de bronces y platas y se obsesionan con el oro; van siempre a por el premio gordo; están férreamente adiestrados y orientados a ello. Les zurran desde guajes y les meten la consigna en la mollera: A por todas, viva el pueblo con gorra de percal montado en bici, viva la raza del imperio asiático, viva la revolución cultural y viva Mao (qué buena cerveza hacía el jodío, dice aquí uno que no se aclara). Arrimaron medallas con rutina y en montón. Se ve que ahora la república popular enchufa más presupuesto al tema y les tiene entrenando en toda modalidad, salvo en doma ecuestre, coto de la superpijería con levita y sombrero de copa. Dentro de cuatro años se lo comerán todo. Son legión militarizada. Úntate con ajo.

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