CRÉMER CONTRA CRÉMER
Día internacional de los desaparecidos
¡QUÉ QUIERE QUE la diga a usted, señora, pero es que a mí me importa y mucho para la salud del cuerpo y tranquilidad de mi conciencia, recordar a los desaparecidos!. No solamente a aquellos que por sus vinculaciones con nosotros tengan cierto derecho a estar en mi vida, sino precisamente a los otros desaparecidos. A esos de los que nadie da noticia, que un día sacaron de sus casas y de sus casillas y nadie sabe a dónde fueron a terminar su aventura. Yo tenía un pariente de mi misma edad, cuando yo contaba ya en mi cuenta con veinte años, que siempre me pareció el ejemplo del muchacho perfecto, por su estilo de vida, por su honradez profesional, por su enorme capacidad de ajustar su biografía a las normas de la justicia. Y un día desapareció. Es decir, las fuerzas oscuras del mal, le arrancaron de la casa de sus familiares y ni acudiendo a la intercesión de la Virgen de su pueblo de nacencia, que decían que era muy milagrera, habían conseguido dar con sus restos, si es que había sido descuartizado como se decía que era la costumbre de los bestias de la selva negra. Y cuando por algún motivo se reproducen situaciones en las cuales el recuerdo de los desaparecidos parece un deber para los supervivientes, me detengo en mis elucubraciones para dedicar una porción muy sensible de mis devociones a estos santos desaparecidos. Y todavía, me suelen asaltar las figuras rigurosas de aquellas madres, aquellas esposas, aquellas hermanas, desplegadas sobre la tierra leonesa para escarbar los pequeños túmulos bajo los cuales se supone que pueden descansar -¿pero los desaparecidos forzosos, muertos por la barbarie de la especie humana, descansan- sus muertos. En esta hora nuestra con un mundo alucinado dedicado a la producción de cadáveres, se decide instituir un día para la conmemoración de los fieles desaparecidos. Y todos los mecanismos oficiales u oficiosos, sacando de sus archivos y agendas las acciones que mejor pudieran servir para alcanzar los fines de los vivos, rescatan del calendario un día -¡un día, señor, para los desaparecidos!-, para recordar a aquellos de los cuales en el mejor de los casos no queda más que la memoria dolorosa de sus huérfanos. Y oiga usted, señora, no es que a mí no me interese que León consiga alcanzar la titulatura de Ciudad Digital, nombramiento que me ha parecido siempre que me la mencionan una chufla gaditana, que no va a servir sino para el montaje de un nuevo combinado con muy discutible provecho público. No señora, a mí, como a la mayor parte de los vecinos de mi barrio, claro es que nos importa que se establezca la Institución, Sociedad o lo que resulte de León Digital. Lo que sucede es que no me parece serio que dediquemos vida y hacienda a estas creaciones y no dediquemos un día siquiera a recordar, a los miles de leoneses dolorosamente desaparecidos. Pienso que aparte de las preocupaciones que la ciencia y el progreso que dominan las acciones de nuestros hombres y de nuestras mujeres principales también los desaparecidos tienen derecho a la vida. No sé, a lo mejor tiene usted razón cuando me recrimina por no conceder la atención que se merecen acontecimientos tan importantes, tan transcendentes para la vida de los pueblos como la consecución de un puente entre las Ciudades Digitales o como lo del nuevo hijo que se anuncia de Beckam el del Madrid y su esposa que nacerá en España, por decisión de los afortunados padres. Nueve meses lo esperé llorando día tras día, Y viendo que no venía me suscribí al ABC.