A LA ÚLTIMA
El número uno
LA ENVIDIA ante el que triunfa -no hablo del que es popular sino del que consigue ser un verdadero número uno en su trabajo- es, posiblemente, el principal pecado de los españoles. Nos dedicamos con fruición a levantar ídolos e, inmediatamente después, empieza el acoso y derribo. Conseguir que alguien sea número uno durante treinta y cinco años en España y en todo el mundo debería llenarnos de orgullo. Es muy difícil y son muy pocos los españoles que lo han conseguido. Uno de ellos es Julio Iglesias, el cantante español con mayor proyección internacional. 4.000 conciertos en 500 ciudades, 250 millones de copias vendidas en español, inglés, francés, alemán, portugués y hasta en japonés o 2.600 discos de oro, son algunas cifras que indican la magnitud de su trabajo y la enorme capacidad de mantenerse en lo más alto. Lo ha vuelto a conseguir, en España y en el mundo, con su último disco, Canciones de amor . Dentro de una semana actúa en el Olimpia de París, luego volverá a Madrid para participar, el día 22, en un concierto benéfico contra el alzhéimer e, inmediatamente regresará a Estados Unidos para proseguir su gira que le llevará después a China, Vietnam, Taiwán, Malasia, Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Dubai, El Cairo. Algún periodista de los que explotan su pasado por televisiones o periódicos, le ha criticado un concierto que dio este verano en Marbella contratado por una inmobiliaria. La envidia y el despecho nunca contribuyen a construir nada. Hace algún tiempo leí una entrevista con Julio en la que decía que «la envidia es una mala enfermedad, la desolación del que quiere tener sin ningún esfuerzo». El trabajo duro, el esfuerzo permanente, la calidad, el afán perfeccionista, ese alg> que te hace conectar con el público es lo que ha llevado a Julio Iglesias no a triunfar una vez, sino a ser el artista hispano más popular en el mundo y uno de los cantantes mundiales más importantes de todos los tiempos. Julio merece algo más que el respeto y la admiración de su público universal. Un reconocimiento oficial de que cuando se habla de Julio, se habla de España, de un enorme trabajador que acaricia nuestro idioma y lo lleva por todos los territorios. Uno de los pocos números uno que tenemos en el mundo. Un grande de España.