Bercianos de Ponferrada

HAY BERCIANOS DELBierzo y hay bercianos de Ponferrada. Esta teoría puede parecer una provocación, y tal vez lo sea, pero uno cree en ella, y además es una opinión, no una teoría. Porque uno no es intelectual sino un escribidor. Uno funciona con la intuición, y jamás se documentó para escribir nada. Entre otros motivos, porque siente cualquier documentación como una camisa de fuerza. Uno, para escribir, solo confía en la memoria y en la observación. También, humildemente, en la inventiva. Pero volvamos a la teoría, y lo hago anticipando que yo soy un berciano de Ponferrada. Un hijo del Bierzo muy urbano, casi exclusivamente urbano, y de ahí mi desconcierto cuando alguien, por lo general una persona forastera, identifica al Bierzo con una tierra rural, algo remota, cuyos habitantes viven en pequeñas aldeas, rodeados de abismos y animales, envueltos en cuentos de lobos y en milagros del monte. También me parece harto ridícula y por supuesto falsa esa visión del Bierzo que difunden por ahí algunos frailes exclaustrados, ciertos ex militantes de la extrema izquierda y no pocos aficionados al esoterismo templario: que el Bierzo es una tierra mágica. Lo dicen y se quedan tan panchos. Lo cierto es que la mayoría de los pobladores del Bierzo no somos gentes rurales ni vivimos dentro de ninguna magia. Y tampoco viven a la usanza rural los bercianos que, sin residir en Ponferrada, lo hacen en los extrarradios de su capital, en nuevas urbanizaciones o en las villas de la Comarca: Villafranca, Bembibre, Toreno, Vega de Espinareda, Camponaraya, Toral de los Vados, etc. poblaciones donde la vida es híbrida de ciudad y de campo. Más urbana incluso que rural. Y es que el Bierzo, que nació tan caciquil y campesino al siglo XX llega más ciudadano que nunca al XXI, más internacional y comunicado, y quede bien claro mi respeto para las gentes rurales. Y mi cariño también, no vano mis cuatro abuelos lo fueron. ¿Estoy sembrando la discordia entre bercianos? Desde luego que no. Trato, humildemente, de profundizar un poco en el afecto hacia Ponferrada. Y de subrayar su papel en la construcción del Bierzo actual, un Bierzo más ponferradino que nunca, más pujante y abierto al mundo. Porque Ponferrada es la puerta del Bierzo y no sólo la de Galicia, como contaba el refrán. Ponferrada es el puerto de los bercianos, tanto de los que viven en la ciudad, como de los que viven fuera y, también, desde luego, el puerto de los bercianos que viven en los bellos montes y valles de la comarca. Ponferrada aglutina todo eso, ahí radica su fuerza, su identidad tan poco identitaria. Por fortuna. Ponferrada es cada vez más urbana, más cosmopolita, más global, y me atrevo a decir que menos berciana aunque enseguida me corrijo a mi mismo: porque Ponferrada sigue siendo berciana; lo que sucede es que el bercianismo posible, el único que tiene futuro, es el que hace compatible esa condición berciana, cada día más literaria, debo añadir y reconocer, con su vocación transfronteriza, cibernética, exportadora, viajera y yo creo que también un pelín esnobista. Y ya termino. Y lo hago para darle las gracias a esta ciudad por haber sabido siempre mirar más lejos de lo que las circunstancias sugerían. Por haber educado a sus hijos en un agridulce teatro de ironías y de sueños. Por habernos regalado una de las más felices y dolorosas colecciones de personajes de carne y hueso que circularon por Iberia. Personajes que fueron nuestros amigos. Incluso le agradecemos a Ponferrada sus carencias porque ellas nos ayudaron a ir más lejos. Hacia fuera y también hacia dentro. Ponferrada: brumoso y babélico hogar del noroeste interior; lluviosa mezcla de amor y de palabras; de desarraigo algunas tardes.