El paisanaje
Catalunya i yo
EL PRESIDENTE de la autonomía extremeña, que contra todo pronóstico se apellida Ibarra, como los navieros del BBV pero de secano y tierra adentro, es un hombre del que se podrá decir cualquier cosa menos que no se le entiende. Esta semana, por ejemplo, se explayó con tres perogrulladas que eran otras tantas verdades del barquero: primera, que los catalanes van al «pillaje» de los Presupuestos del Estado, palabras textuales y así como suena, y que en el abordaje andan a medias con los vascos enarbolando bandera corsaria también por libre; segunda, que el andaluz Chaves se ha sumado a esta moderna Filibusta aportando su propio «cuadro flamenco y blasones de historia apolillados»; y, tercera, que a ver que hacemos los demás para que no nos desplumen como a loro del pirata. El dirigente socialista extremeño, al que muchos en su propio partido apodan despectivamente el bellotari por lo rústico de los argumentos con que defiende la dehesa ha añadido en el discurso de la pasada fiesta de su comunidad que «cuando los poderosos llaman a su mesa -el reparto de los Presupuestos- a los plebeyos siempre ha sido para que la limpien y no para que se sienten en el banquete y, cuando los organizadores de la fiesta llaman a su juerga al cuadro flamenco, no es para que beba sino lo justo para cantar, tocar las palmas y hacer gracias al respetable (...) y en este juego alguno acabará tocando las palmas y limpiando el mantel, como suele suceder en estos casos». Si lo avisa Rodríguez Ibarra, que lleva veintitantos años de señorito en el gobierno de Extremadura, será por algo. El eco de su discurso ha sido recogido, unos trescientos kilómetros más arriba, por el alcalde de La Coruña y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Paco Vázquez, también socialista, el cual ha remachado con coña galaica que, haciendo honor a la historia y sus nacionalidades, habría que anexionar a Ibarretxe al reino de Navarra (viva San Fermín), a Maragall en Aragón (hala, maños) y al sevillano Chaves a Granada, si quedara todavía por allí algún cantaor descendiente de Boabdil, el Chico, si bien esto último es un secreto que seguramente se han llegado a la tumba Lola Flores y el Pescailla , tronco de faraones. El alcalde coruñés, Francisco Vázquez, se limita a reivindicar a Rosalía de Castro, como el porquero Ibarra a Gabriel y Galán, y pasan ambos por catetos en Madrid y Barcelona, pero por lo menos éste último tiene en su casa una biblioteca de 25.000 volúmenes y, al parecer, los ha leído todos, el pobriño. El problema es que, como habla con acento gallego en el foro, en el forum y en el partido no supera el estatus de pariente de pueblo. Dicen los que de ello entienden que se avecina un curso político en el que cada uno va a apañar lo que pueda del Presupuesto del Estado, que es como el cajón del pan de casa, pero para toda España. Y hay nerviosismo por ver quien le mete mano primero. De momento está en el horno, pero se huele. En cuanto al presidente Zapatero, como tiene cara de torta, le da lo mismo con tal de que no amase Mariano Rajoy. Y en eso tiene todas las de ganar, porque nunca en la vida se vio a un panadero como Zapatero que dialogara más con las masas, mejor, incluso, que Ortega i Gasset, al que se le rebelaban. Lástima que para Maragall, Carod Rovira y demás el Estado sea sólo pantumaca , con lo que Ibarra hace bien en guardar el pata negra. En León, como somos todos del pueblo de Zapatero, nos solidarizamos con catalanes y vascos, como el palmero Chaves, esperando el maná de los Presupuestos que aquí van a llover a chaparrón, según los acuerdos del consejo de ministros que se celebró este verano en el Hostal de San Marcos. De momento no ha caído ni una gota, puede que escampe y puede también que granice, según la UPL, que anuncia rayos, truenos y centellas en los pactos del Ayuntamiento de la capital. Presupuesto por presupuesto también avisa Ibarra que «España no es lo que queda después de que cada nacionalismo haya determinado en su estatuto de autonomía lo que quiere para sí», pero que él va a seguir en sus trece y que no es menos que nadie aunque siga siendo español. Se le olvidó luego decir que probablemente no quede ni para pipas. Incluso mi loro, que, como es inmigrante, voló hasta casa huyendo del famoso ahorro del chocolate desde su jaula de oriundo, después de las pretensiones de Maragall e Ibarretxe está deprimido. A ratos se limita a repetir «no soy charnego » o «maquetos kampora ». Ni que le hubieran enseñado a hablar en el Alto Ampurdán o en la ikastola. El jodido pájaro también me reclama ahora más alpiste y su propio debate territorial.