Diario de León
León

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RESPETO plenamente la libertad de cada uno y no me gusta juzgar casos personales. Sé, además, que lo voy a escribir es «políticamente incorrecto» y va en contra de la «modernidad». Pero creo que Ramón Sampedro, el tetrapléjico que acabó con su vida mediante un suicidio asistido, ni es ni puede ser un ejemplo. Podemos sentir comprensión o compasión hacia él, pero no convertirlo en un mito ni en una bandera. Es un mal ejemplo, es un caso de huida, de no querer luchar. No sé si la eutanasia llegará a ser alguna vez en España un derecho. No sé ese derecho se extenderá a los jóvenes o a los niños, pero Ramón Sampedro no es un ejemplo. Hay miles de españoles que viven en circunstancias parecidas a las suyas, pero que no se rinden. Hay cientos que han salido de una situación cercana a la muerte y han sido capaces de luchar para sobrevivir y aportar su riqueza a la sociedad. Stephen Hawking o Irene Villa son dos ejemplos. Hay muchos enfermos que son conscientes de que están luchando para sobrevivir. Y se empeñan en la batalla. ¿Acabaremos con los enfermos de alzhéimer, que navegan sin esperanza y sin futuro? ¿Valdrá una elección libre y voluntaria de alguien que diga que si tiene una enfermedad terminal deben acabar con él?. La eutanasia puede ser un debate abierto, pero a mí me interesa más hablar de cómo el Estado, con nuestros impuestos, ayuda a vivir mejor a cuantos ciudadanos tienen graves problemas de salud. Mar adentro o mar afuera, lo que necesitan son más ayudas, más personal especializado que pueda apoyarles y disminuya la carga familiar, más medios técnicos, más investigación para mejorar su calidad de vida, más cuidados paliativos para eliminar o reducir el dolor. Ramón Sampedro tenía mucha gente a su alrededor, era inteligente, disfrutaba de la vida, pero eligió morir. Hay mucha gente como él que lucha por vivir, encuentra sentido a su vida, escribe libros, estudia una carrera, investiga. Si tengo que elegir, y quiero hacerlo, mi elección es por los que luchan por vivir, aunque no quieren vivir así. Y el Estado tiene la obligación de hacer que vivan mejor. Frente a la religión desesperanzada de la eutanasia y de las leyes que apuestan por la muerte, yo prefiero las que ponen su objetivo en la defensa y apoyo a la vida.

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