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Publicado por
FRANCISCO MORA
León

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RTVE, el ruinoso grupo público de comunicación, sigue anclado en el inmovilismo. En contra de las tesis que el PSOE defendió en los últimos años, el anteproyecto de su presupuesto para 2005 mantiene el mismo modelo de financiación: ingresos por publicidad, una subvención mínima y más endeudamiento. En 2005 los ingresos del ente y sus sociedades (Televisión Española y Radio Nacional de España) apenas cubrirán la mitad de los gastos y el déficit generado se traducirá en más deuda, garantizada por el Estado. El gigantesco endeudamiento llegará a unos 7.600 millones de euros al finalizar el ejercicio próximo. El comité de sabios, que por encargo personal de Rodríguez Zapatero estudia la reforma de los medios de comunicación de titularidad pública, también tendrá que definirse sobre los mecanismos de financiación. Con sus consejos el gobierno debería alumbrar un nuevo modelo financiero y de gestión de RTVE que permita sanear las cuentas, pero no nos hagamos muchas ilusiones, pues a los políticos lo que les gusta es controlar la televisión pública, no sanearla, aunque digan siempre que ellos van a luchar contra el despilfarro. Hasta ahora todo han sido falsas promesas. La última, el Plan Marco que presentó la Sepi, diseñado para que el Estado asumiese la deuda histórica acumulada y el ente terminase en el 2005 con su déficit de explotación. Nada de eso va a suceder. La radiotelevisión pública es un servicio amenazado, por devorar insaciablemente recursos económicos y tener que enfrentarse en esa situación de debilidad financiera a un cambio tecnológico radical, pero es un servicio que hay que mantener, aunque es obligado redimensionarlo, en medios y en personal. Hoy existen seis emisoras de Radio Nacional, cinco canales temáticos, una orquesta, un coro, un sello discográfico y muchas rémoras más, como las subvenciones al cine español, al deporte de elite o a la selección nacional de fútbol. Si el Gobierno quiere tener todo eso, que lo pague con su presupuesto. Por si faltaba algo, RTVE tiene una plantilla superhinchada, en la que un tercio de sus componentes se dedican a tareas administrativas. Urge redimensionar y, además, gestionar mejor, y para eso sirven los gestores profesionales, no los funcionarios políticamente adictos.