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LITURGIA DOMINICAL

Un administrador menos infiel

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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SIEMPRE ha sido difícil explicar la parábola del administrador «infiel» (Lc 16, 1-13). El relato es bien conocido. Un empleado derrocha los bienes de su amo. Cuando éste se entera, decide despedirlo. Primera pregunta: ¿por qué no lo despide inmediatamente, y le concede un tiempo para seguir engañándole? De hecho, el administrador va llamado a los deudores de su amo y les rebaja considerablemente la deuda. Con esa treta pretende ganarse a los deudores, esperando que lo acojan cuando su amo lo despida definitivamente. ¡Más preguntas! ¿Cómo es que el administrador «infiel» tiene la osadía de seguir engañando a su amo después de haber sido descubierto? ¿Por qué el amo no lo denuncia y lo hace castigar? ¿Por qué el amo termina alabando la astucia de este empleado ladrón y traidor? Dicen que es alabado no por su infidelidad, sino sólo por su astucia. Aún así no cuadran bien las palabras con las que Jesús cierra la pará bola. Tres hombres ricos Una revista bíblica del más alto prestigio presenta una interpretación sorprendente de la parábola. El autor sitúa esta narración en el contexto del evangelio de Lucas. En él se invita a los seguidores de Jesús a liberarse de la idolatría del dinero, a valorar la pobreza real y a compartir sus posesiones con los demás. En realidad, eso es lo que hace Zaqueo, otro «rico» que la lectura del evangelio de Lucas nos presentará el 31 de octubre. Pues bien, el estudioso bíblico compara ambas catequesis. Y nos sugiere que el amo rico de esta parábola ha llegado a la misma conclusión que Zaqueo. Los dos han decidido deshacerse de una buena parte de sus bienes. Uno, gracias al encuentro con Jesús y el otro, gracias a la lección que le da su administrador. Hasta los pecadores muestran el camino recto. Al final, el «hombre rico» llega a comprender, también él, que el dinero es menos importante que la amistad y que puede prescindir por lo menos de la mita d de sus caudales. Su administrador «infiel» le ha abierto los ojos de modo que puede descubrir la verdadera «fidelidad» y la auténtica felicidad. A esa conclusión no llegó el otro «hombre rico» al que el evangelio califica de «necio» (Lc 12, 13-21). El verdadero tesoro La parábola del amo y su administrador termina con un aforismo que puede haber sido pronunciado muchas veces por Jesús: ¿ «No podéis servir a Dios y al dinero». Es una buena lección para el discípulo de Jesús, llamado a ser libre. Cada uno se identifica por aquel al que decide servir. El servicio a Dios libera. Los bienes materiales han sido puestos a nuestro servicio. Si les prestamos servicio los idolatramos a ellos y nos esclavizamos nosotros. ¿ «No podéis servir a Dios y al dinero». El lema vale también para toda la Iglesia, para sus instituciones, congregaciones y cofradías. La atención dedicada a los bienes materiales no puede apartarlas del servicio a Dios y a sus hijos, especialmente los más necesitados. ¿ «No podéis servir a Dios y al dinero». Y el aviso vale, finalmente, para una sociedad que ha convertido el consumismo y el despilfarro en un nuevo ídolo de nuestro tiempo. Una sociedad, por laica que sea y pretenda ser, no es más humana por lo que tiene, sino por el amor que pone en el servicio a los humanos. - señor Jesucristo, que fuiste pobre y amaste la pobreza de los que sólo en Dios ponen su tesoro, no permitas que adoremos nuestros bienes y ayúdanos a compartirlos con nuestros hermanos. Amén.

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