Hambre y guerra

UN POQUITO más de sensibilidad y un poquito menos de partidismo harían falta para juzgar las últimas apariciones internacionales del presidente Zapatero. Me refiero especialmente a su apuesta contra el hambre en el mundo, a iniciativa del presidente brasileño Lula da Silva, y a su propuesta de una alianza de civilizaciones entre Occidente y el mundo árabe y musulmán. Especialmente por esta última, el presidente del Gobierno ha sido calificado de ingenuo, idealista o poco realista por sectores a los que no preocupa nada que la gente se muera de hambre por centenares de millones y por quienes estuvieron y están a favor de la agresión armada, ilegal e ilegítima contra Irak. Hombre, a mí me daría mucha vergüenza y seguramente me callaría si me encontrara dentro de esos grupos sociológicos. Estar en la batalla contra el hambre, junto a los mandatarios de Brasil, Francia o Chile, además del secretario general de la ONU y otros muchos países, honradamente me parece un asunto de enorme envergadura, que merece un respeto, una valoración muy positiva y una atención rigurosa. Y en cuanto a la propuesta de alianza de civilizaciones, creo que es el único camino que podría conducir a una pacificación del mundo, conmovido por esta lacra del llamado terrorismo internacional, que, como todos los terrorismos, necesita, además de combatirlo, de un serio análisis de sus causas, sus circunstancias y sus derivaciones. Lo ridículo, simple e inútil es eso de que hay que aniquilarlo sin más o de que indagar en las causas es algo así como justificarlo. Pero en fin, estamos acostumbrados a tales simplezas, aunque no lo estamos ante interpretaciones de la Historia de España tan grotescas como las que nos llegan de la Universidad de Georgetown. La Historia, como la vida, es una cosa muy compleja, repleta de matices y acompañada de multitud de circunstancias explicativas y consecuenciales, como para despacharla de esa manera. Pero no le pidamos peras al olmo y esforcémonos en apoyar las ideas constructivas para buscar soluciones al hambre, al terrorismo y a las desigualdades de todo tipo. Es lo sensato y lo realista.