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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LA INFORMACIÓN, cuyo análisis por nuestro compañero Chencho nos obligó a cambiar la dirección del curso de nuestros pensamientos, fue de las que, de no estar obturados por alguna de esas desviaciones inventadas por los malabaristas de la realidad, nos obligaría a ceñirnos la frente con la ceniza de la deseperación: «Acucarera Ebro Puleva -recogía el informador, ha decidido suspender «sine die», (o sea hasta que la muerte definitiva lo confirme) las inversiones que estaba llevando a cabo para dotar a su fábrica de La Bañeza del denominado punto cero como recepción de remolacha». O sea, que allí, en La Bañeza, donde al parecer se estudiaba la forma más positiva de invertir cerca de diez mil euros, se cancela la operación, hasta ver en qué queda lo del tifón caribeño. Y los expertos en materia agrícola y azucarera, llevándose las manos a la cabeza como señal de desesperación, asegura «que esto es muy preocupante: porque esto es un aviso para navegantes». O sea ya puede sernos atribuida impunemente la frase de «estar con el agua al cuello». Y cuando esto, verdaderamente grave, gravísimo, se producía a unos pocos kilómetros de la Capital del Viejo Reino, en esta, en la Muy Valerosa, Pacífica, Honrada y Resistente Ciudad de Amilibia y Fernández, ambos dos, se disponen a reñir la batalla más apasionante dela historia municipal leonesa y española: Se trata de arrancar de su estrado rector al señor Fernández para que ocupe el lugar que deje vacío el que fuera Regidor de la Casa hasta que el jugo de los pactos le dejó en la calle. Las elecciones, con absoluta legalidad, amararon el cambio de entonces: Pese a que la PP contabilizaba más votos que la otra parte discrepante, como se produjera un entendimiento, dícese alevoso por el perdedor, ahora y en la hora de la ruptura de relaciones, la parte perdedora, reclama sus derechos a volver a dirigir la orquesta municipal, siempre y cuando, aquellos músicos que se quedaron sin instrumento y sin puesto en la banda, aceptaran torcer los rumbos del Paco. O sea, se pretende cambiar de postura por parte de aquellos que ya no cuentan nada como instrumentistas en la Orquesta. Para esclarecernos: Don Mario le quiere desplazar a Don Paco del puesto que tiene allí. Y éste, Don Paco, se sonríe y asegura que su pacto es de los que van a misa y que de la Casa de la Poridad no le despegan ni con agua caliente. Y los leoneses, asomados a la ventana que da al patio de luces, siguen el enredo y esperan, sentados, con su tradicional escepticismo en materia política, pese a contar ahora con la protección del más alto y poderoso caballero que vieron los siglos. Pese a lo que el culebrón del cambio municipal pueda tener de coña marinera, el buen pueblo piensa que tal vez, quizá, acaso, quién sabe, conviniera poner sobre la mesa el problema de la municipalidad leonesa y sus quiebros. Para la aprobación, con carácter urgente de un acuerdo mediante el cual la Municipalidad, en forma de Ciudad, que diría el Marqués de las Políticas y Ceremonias, abondone su tendencia a ocupar su tiempo y sus dineros en ocurrencias, en promesas, en proyectos, cuando lo que de verdad interesa al común de vecinos son situaciones como las que se están a punto de promover: Ebro Puleva, o Antibióticos, la inmigración o la delincuencia urbana. ¡Esto sí que es un gran problema! Lo del juego de los Pactos es eso: un jugo, el de la Oca.