Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿El matrimonio perjudica la salud?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

EL CONSEJO de Ministros de la España tradicional, jugándose la piel y el páncreas, ha decidido aprobar la reforma del Código Civil para agilizar los trámites para que los matrimonios mal avenidos, rompan los vínculos creados antes de que por irascibilidad se decidan a romper las costillas de la compañera. Y centenares de miles de seres casados y mal casados, se reúnen para celebrar el glorioso evento, por el cual serán liberados los pacientes, sean estos varón, hembra o neutros. Hasta la hora en la que me dispongo a reflexionar sobre el suceso, no se conocen reacciones que puedan temer otra guerra civil por los derechos de la mujer bien casada, por la del niño abandonado y por la del esposo dejado de la mano de Dios. Pese a este oscuro silencio, hay que convenir que la situación es alarmante. Y con toda la razón, Jacinto Benavente, previendo sin duda lo que nos había de traer el socialismo fino y educado del leonés Zapatero, adelantó hacia las candilejas para dejar inscrita la copla del gran divorcio de España: El que quiera a la del Soto / tiene pena de la vida; Por quererla quien la quiere, / la llaman malquerida. Y es que según mi vecina, la de la terraza, el divorcio no es sino la consecuencia lógica del juego inventado de los «compañeros sentimentales» y otras titulaturas, y así que se rompieron los vínculos o los comprometidos se les pasó el calentón al aire de la novedad, se produjo el estado de irritación o del recelo que inevitablemente surge cuando empieza uno de los contrayentes a no creer ni en fidelidades ni en enamoramientos. Es cuando al uno y al otro contrayente le surge la idea de que muy bien pudiera ser o debiera ser considerado el matrimonio como el asesinato alevoso del amor. Unamuno, que era hombre casto y fiel, avisaba que cuando el amor cesa se produce ese estado de ánimo que damos en llamar «santa costumbre», porque si no somos capaces de establecer este sublime sustituto, las parejas se acometen y se destruyen. O acaban, ya de viejos, soportándose. El Consejo de Ministros ha dado un paso de gigante hacia la pacificación general de los espíritus y ahora surge inevitablemente el temor de que se produzca el fenómeno crítico. No le faltarán al Gobierno enemigos por su aperturismo, pero así como se dice que la guerra es problema muy grave para dejarlo en manos de los militares, también cabe añadir que la separación de lo que Dios ha unido hasta la muerte, no es cuestión para dejarla en manos de los curas. Y menos un marido airado o un gobierno progresista. Uno de cada cinco matrimonios leoneses - ¿quién lo diría, Doña Consuelo? - desemboca en divorcio. Y nadie se lo explica, sencillamente porque a nadie le gusta proclamar sus errores. Pero lo cierto, lo evidente, lo doloroso es que la sinrazón fundamental del divorcio es el desamor. Las gentes, muchas gentes, no todas las gentes, por favor, establecen contratos matrimoniales que no tienen demasiado fundamento amoroso. El profesor de latín se casa con la modelo de pasarela, no porque se amen, sino porque la combinación económica, les permite tener coche, piso y sol y playa. Y así el ingeniero electrónico, con la concejala de medio ambiente de su pueblo: los dos sueldos juntos permiten vivir sin tener que manipular ocasiones extrañas. Y ya puestos en el camino de los descubrimientos, digamos que posiblemente los que contribuyeron con más fuerza a que el sagrado sacramento del matrimonio se convierta en un documento mojado, son aquellos y aquellas que sectariamente condenaron al infierno a las enamoradas «arrimadas».

tracking