Diario de León

Gente de aquí | La recolección de la Candamia

Artesanos y ecologistas

Los huertos municipales reviven una tarde con artesanos del mimbre, la madera y la lana para festejar la cosecha y mostrar que hasta sus despojos son útiles materiales

Un grupo de artesanos emularon ayer en los huertos de la Candamia las antiguas tardes de otoño

Un grupo de artesanos emularon ayer en los huertos de la Candamia las antiguas tardes de otoño

León

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Terminó la cosecha y es hora de guardar granos y legumbres, cernir harinas y pisar la uva; de degustar y bendecir los frutos. Pero también es tiempo de aprovechar todos los «desperdicios» de la recolección. Así fue desde tiempo inmemorial y así surgieron muchas artesanías, con un sentido ecológico, pragmático y creativo que los hombres y mujeres del campo ya no palpan a su alrededor: «Ahora todo estorba y se tira», sentencia Lázaro Robles mientras teje un escriño en los huertos de la Candamia, donde ayer se celebró un encuentro de artesanos dentro de la semana cultural de la recolección. Las castañuelas que Juan Enrique Martínez, de Lucillo, aprendió a hacer de chaval con dos cachos de madera que le daban en casa, en vez de un libro, «para que no me quedara dormido mientras cuidaba el ganado», pintaron el colorido sonoro; Natividad Rodríguez, cinco agujas en dos manos, tejía un calcetín de los que abrigan, de lana de oveja, «que ahora ya no se ponen». Alrededor, trajinaban cesteros e hilanderas y, callado, minucioso, paciente, Isidro García Pérez, artesano cestero de Sardonedo, deslizaba sus dedos por las varas de mimbre y de palera con las que teje sus esmerados barriles de vino, los pajosos o pajizos que se llevaban a la era y al campo para aplacar los rigores del calor en el gaznate. El escriño, como los barriles para el vino, se realiza con la antiquísima técnica de cestería en espiral cosida, con su armadura o elemento pasivo para formar la espiral y el cosido o elemento activo que fija la forma. Para las cestas, Lázaro Robles, oriundo de Riego del Monte, utiliza la paja de centeno y la vara de zarza recolectada con la luna en cuarto menguante. Después de cosechar las moras, la rama se pela y se abre para retirar el canutillo y es así como se convierte en un flexible tejido para anudar la paja. Los escriños cerrados en boca eran el reposo ideal para granos y legumbres en las arcas de madera que servían de despensa y los abiertos se usaban incluso para dar de comer al ganado. «Yo hacía ésto cuando tenía 16 años y no se me ha olvidado», explica el artesano. Castañuelas de moral También de niño, de pastor, aprendió Juan Enrique Martínez, a hacer castañuelas, las de hombre, más grandes que las de mujer; de madera de nogal, moral, de brezo y hasta de ciruelo. «A la que más fe le tengo es a la de moral, no sé por qué, me llena un poco más; la de brezo es la más pesada, pero tiene la voz más clara». Las herramientas son sencillas: llegras, escofina para gastar la madera, lesna y la navaja. Son de herencia, como la técnica, aprendida de los abuelos. Isidro García Pérez, en cambio, aprendió a tejer los barriles de mayor, ya jubilado, de un artesano de Armellada. Con un palo de negrillo con tres muescas abre las varas de palera, las raspa con la navaja y las va dejando en un recipiente con agua para que ablanden y se amolden mejor a la vara de mimbre, que hace de guía o espiral. Una «lesna» o punzón le sirve para agujerear las varillas por las que vuelve a pasar el tejido, los alicates para tirar de las varas que no salen bien y un tornillo, en lugar del dedo, para el primer círculo. Utiliza «varas de año» porque no tienen «caños» o guijos y primero hace una cara, luego el redondel, la otra cara, la boca, un asa para sujetar la correa, un asiento y los bordes. Para impermeabilizar el barril primero lo embarra por fuera y luego vierte la pez por dentro. Cuando se seca lo limpia con agua y chamusca los «pelos» que sobresalen del tejido. Un barril supone 52 o 53 horas de trabajo, lo tiene bien calculado. Si se dedicara a la producción sería una tarea esclava, pero Isidro ha sabido repartir bien el tiempo: una hora por la mañana, otra por la tarde y dos por la noche. «Cuando más presta hacer ésto es invierno, en la cocina, cuando llueve; no te cunde el tiempo», comenta este pequeño gran hombre, con mandil de pana negra, sin dejar de mover sus dedos ante la admiración del público que se arremolinaba alrededor de los artesanos. La concejala de Medio Ambiente, Humildad Rodríguez, también intentó adivinar la técnica. La fiesta de la recolección de los huertos municipales culmina el lunes con un concurso de tortilla, juegos y la actuación de Tonadera .

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